JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Otra más que interesante tarde de toros la de hoy en Madrid, el retorno de la ganadería de Baltasar Ibán a la Plaza donde más se la estima y la ilusión puesta desde por la mañana, cuando el aficionado R. nos dice que hay en el encierro un Bastonito, que nos transporta 20 años atrás. AquEl extraordinario toro, uno de los mejores de nuestra vida de aficionados, llevaba el número 25 y este de hoy portaba el 35. El de hace veinte años tuvo la fortuna de encontrarse enfrente con la honradez, el denuedo, la torería inagotable y la verdad de un César Rincón pletórico, el de hoy le tocó a Francisco de Manuel.
Antes que seguir con lo de la corrida hay que hablar de la afición, de lo que es la afición y de lo que hace que ésta sea lo que guía el proceder de todos los que van a la Plaza: la afición del aficionado, como el valor en la mili, se da por supuesta y la prueba es que este «primer estamento» se rasca el bolsillo y paga su entrada en la taquilla, que es la más denodada defensa que nadie puede hacer de la tauromaquia, por mucho que digan. No entraremos a valorar la calidad de la afición de cada uno, pues como es bien sabido «todo está lleno de necios» (Cicerón, Ad familiares 9.22.4), pero el hecho evidente es que ahí se halla. ¿Y de los otros estamentos, qué? Pues por un lado están los llamados «profesionales» y por otro «la autoridad». Los primeros, como viven del asunto, en general denotan (salvo honrosísimas excepciones) una inclinación superior a los dineros que a lo que sería la pura afición taurina y los segundos, extinguida ya la raza de los grandes presidentes (Font, Espadas, Lamarca…), son unos señores que tienen, generalmente, puesta la vista en otras cosas: una canonjía en el Servicio Exterior o una invitación a recechos de venados, siendo el Palco de Las Ventas, a veces, más el camino que el fin.
En la corrida de esta tarde quien no ha fallado, como suele ocurrir, ha sido el aficionado que ha acudido ilusionadamente a contemplar a los toros de la I y la B entrelazadas, divisa rosa y verde, y quien ha fallado ha sido todo lo demás: la empresa que ha traído a tres pobrecillos cogidos al vuelo a enfrentarse con una corrida que se presuponía exigente en diversas tonalidades, y la Presidencia que ha sido incapaz de entender la necesidad imperiosa, demandada a gritos desde el tendido, de lucir mínimamente a los toros en el caballo, hurtando una parte esencial de la lidia en aras a un absurdo reglamentismo. De la parte de la confección del deplorable cartel son sólo responsables los fenicios que dirigen Plaza 1, de la inadecuada dirección del festejo es responsable el funcionario don José María Fernández Egea. No dudamos que, como dice la conocida frase comercial «los Fernández son muy amables», pero sobre esa amabilidad obsequiosa de andar cambiando el tercio a la primera de cambio, debería haber prevalecido la opinión de la afición, de la que carece don José María, en orden a dejar ver a los toros, que es lo único realmente interesante que había que ver esta tarde.
El encierro ha sido variado y algo heterogéneo de presentación, con dos toros más en el tipo de la aportación de Juan Pedro, los números 78 y 65, Camarita y Barberito; dos que van en la línea de Contreras, el 2, Saltillo, y el 28, Santanero, el Bastonito, negro salpicado de tan poco parecido a su famoso antecesor y el 33, Sartenero, de cabeza seria y veleta, astigordo, alto y largo, del que algunos gourmets afirman que podría estar en el tipo de unas gotas de Cabrera que se contienen en las sangres de Ibán, opinión decididamente negada por el mayoral de la vacada. Por más que algunos silbaran la aparición del segundo, Saltillo, la corrida acabó escuchando en el arrastre los aplausos o las ovaciones del respetable, salvo el cuarto, el falso Cabrera. Con estos toros tan dispuestos a acudir al caballo con viveza y vigor deberíamos haber disfrutado de un vibrante primer tercio, pero se conoce que no hay más forma de disfrutar de él que yendo a San Agustín del Guadalix, a la Feria del Aficionado del Club Tres Puyazos, porque en Las Ventas ver un puyazo en regla es una de las cosas más difíciles que se pueden pretender. Tomando la tarde en su conjunto, el gremio de los de a caballo se queda sin el aprobado, y eso que los toros no rehuyeron la pelea, con bonitas entradas de gran emoción y viveza. Por resaltar a los que sí hicieron bien su trabajo, pongamos aquí los nombres de Juan Francisco Peña, que picó excelentemente al tercero, Barberito, y a Luis Alberto Parrón, que redimió su falta de tino en su primer encuentro con Bastonito con una gran segunda vara.
Seguramente que para aquellos que buscan embestidas bobas y perrunas el encierro de Ibán haya sido decepcionante, especialmente para «los profesionales», pero para el aficionado ha sido una tarde de no poder apartar los ojos del ruedo por la variedad de comportamientos y de reacciones de los toros, por la incertidumbre de la conducta de cada uno de ellos, desde la elegante bravura de Bastonito hasta la falta de raza del cuarto, que han creado sus dificultades a los de plata en el segundo tercio y han pedido los papeles a los de oro. Entre los de plata brilló Juan Carlos Rey con los palos en el segundo.
Lo bueno que tienen ciertas corridas es que despiertan añoranzas y la que ésta de hoy evocó no hay que irse a buscarla a las páginas de La Lidia, sino al día de ayer, porque constantemente estábamos pensando qué habría podido hacer Román, vistas las condiciones que manifestó el día anterior, con la claridad de ideas y el valor que demostró, frente a esta seria corrida que trajeron de El Escorial. A cambio anunciaron en los carteles al mejicano Calita, y a los españoles Francisco de Manuel y Álvaro Alarcón, ambos avalados por esas Puertas Grandes de las que apenas nadie guarda memoria.
La parte culminante de la corrida es la lidia y muerte de Bastonito que comienza a cantar sus bondades desde el momento en que De Manuel le recibe con el capote, marcando una potente, humillada y hermosa embestida. Entra con vigor al caballo y empuja con decisión lo mismo en la primera que en la segunda vara y, a buen seguro lo habría hecho en la tercera si Fernández no hubiera sacado el pañuelo blanco, pero nos quedamos sin verle. En banderillas se lleva muchos capotazos y asiste atónito a las pasadas de los peones que le van dejando los palos de uno en uno. A esas alturas nadie quedaba en La Monumental que no se hubiera percatado de las óptimas condiciones del toro. A Francisco de Manuel no se le ocurre otra que iniciar su faena de rodillas, en el platillo, con más pena que gloria y, una vez en pie comienza a desgranar su tauromaquia de falta de colocación y destoreo, a la que Bastonito responde con la sinceridad de su franca embestida, su humillación, su disposición a embestir por los dos pitones (un cortijo en cada uno de ellos) y, especialmente, la claridad de su pitón izquierdo. Cuando el torero se pasa la muleta a la zurda ya se ve que lo que se le acerca es un vía crucis, porque ha sido incapaz de meterse a la Plaza en el bolsillo en los compases iniciales del trasteo y ahora todo el mundo está analizando los errores del matador frente a la clase del toro y tomando decididamente partido por el toro. Desde ahí la faena es un despeñarse por una cuesta sin conseguir adhesiones hasta que decide acabar con la vida del toro más importante que va a tener frente a él en su vida de torero al que receta una estocada perpendicular y descabella mientras suena el segundo aviso.
Calita sorteó el lote más complicado: no llegó a ponerse de acuerdo con el imposible y amiurado Sartenero y tampoco enamoró al público con su primero, Camarita.
Álvaro Alarcón no supo aprovechar las bondades de Barberito, cuya muerte brindó a Miguel Martín, mano derecha de Miguel Abellán, que duraron hasta que el toro decidió no seguir. En su segundo la Plaza seguía conmocionada por Bastonito y le echaron pocas cuentas al de Torrijos. Mejor para él.
Este magnífico Bastonito de hoy ha sido un gran toro que debe estar en cualquier lista mínimamente seria que se haga para elegir el mejor toro de la Feria, pero no quiero dejar de decir que me sigo quedando con el Bastonito de hace 20 años, con aquella indómita fiereza, con su acometividad agresiva y felina, con su tremenda personalidad, con su denodada lucha hasta el final a sangre y fuego. Esas señas llevan muchos años sirviendo de guía de lo que uno querría ver en una Plaza de toros cada día.
ANDREW MOORE
OTROS
FIN