domingo, 14 de enero de 2024

Un representante de la nación venezolana


Francisco de Miranda

Martín-Miguel Rubio Esteban


La pasión por la libertad nos acercó casualmente a un diputado del último Parlamento legítimo de Venezuela por el Estado de Mérida, Williams Daniel Dávila Barrios, que tiene la condecoración de Francisco de Miranda. Aunque la dictadura postmoderna de Venezuela –dictadura con Constitución– lo corrompe todo, y no nos podemos fiar de nadie de los que salen y entran de Venezuela, lo cierto es que en la charla que dio a un pequeño número de amigos desautorizó por completo al régimen saqueador, que ha robado un billón de dólares en veinte años, y aseguró optimista que la derecha ganaría en unas elecciones libres, máxime si los siete millones de venezolanos que están fuera de su país, repartidos como vagabundos por el mundo, entre las prostitutas de Nueva York y la clase médica española, pueden votar en unas elecciones libres y limpias, pero que podrían ser desconvocadas sine die, si Maduro, general de los histriones aliteros, tipo vulgar tocado de autolatría, consigue hacer una guerra de juguete con el Reino Unido con motivo del barco de guerra británico que protege la Guyana. En el último plebiscito no vinculante en el que Maduro saca pecho patriotero (sobre la permanente y justa reivindicación venezolana de la Guayana Esequibia –160.000 kilómetros cuadrados robados, usurpada por el Imperio Británico), apenas votaron dos millones de venezolanos, aunque las autoridades comunista-narcotraficantes hayan dicho al pueblo que respondieron a tal consulta más de diez millones. No es que al pueblo le importe un bledo su “Gibraltar” doliente, sino que está harto del falso teatro que hace el histrión Maduro, y no quiere que su voto sea interpretado como un apoyo a la tiranía roja. Un dato que me sobrecogió fue el de la corrupción de los partidos políticos de la oposición. Según Williams Dávila, el madurismo consiguió desalojar de las cúpulas de los partidos opositores a sus líderes genuinos, y las pobló de tibios y traidores que se pliegan a los intereses de la dictadura madurista. Tiranía roja con oposición amiga y bien alimentada. Lodazal con antliados y coleópteros. Si esto es así, y conociendo la naturaleza humana, viviendo en determinadas condiciones, lo hace muy probable, la alternativa a la dictadura venezolana se complica, pudiendo sólo salir de aquellos que no tocan ni la más mínima prebenda del poder, de la espontaneidad y voluntarismo de los individuos más dignos del pacífico pueblo venezolano, que debe sublevarse cuanto antes mejor, y mañana ya está siendo tarde. Yo creo que Acción Democrática ha dejado de ser un partido decente desde que ya hace mucho traga y colabora con la dictadura, algo así como aquí Feijoo con Sánchez. No obstante, hoy las esperanzas venezolanas más sanas se fundan en María Corina Machado, que sin duda es la líder venezolana más intrépida y valiente, y a la que Europa y los EEUU deberían apoyar con más claridad y contundencia. El amigo cierto se muestra en circunstancias inciertas. Henry Ramos Allup, claro exponente de tibieza para con el régimen desde la derecha blanda, laminó a nuestro Williams Daniel Dávila Barrios, sin duda por ser éste un demócrata más intransigente con la libertad. Pues que la libertad no se negocia jamás, y es permanentemente actuosa, teniendo sólo un corazón y una lengua, que los tres corazones de Ennio en la política constituyen traición. Este modelo de dictadura postmoderna que es Venezuela ha conseguido hacerse con todos los poderes de un Estado civilizado; los jueces son mamporreros del teterrimus Nicolás Maduro, el Poder Legislativo está sobornado y sólo sobreviven, gracias al monopolio del papel que tiene el gobierno comunista, la prensa escrita adscrita al régimen dictatorial. El hambre y la cárcel son el destino hoy de los demócratas de raza, cuando no el tiro en la cabeza en la frontera con Colombia. A la servidumbre se la deja vivir en paz en la pobreza. Superamur a bestiis. Vivimos tiempos tanto en España como en su prolongación americana en que los demócratas tenemos la responsabilidad sagrada de concurrir briosamente a la gran batalla cultural y política que se libra en Europa y América, sacudiendo el absentismo y la inercia en esos campos, para reconquistar en unos casos las libertades políticas perdidas, pero en un futuro mejor defendidas y más auténticas, y en los otros casos, para garantizar su permanencia, caso de la España sanchista. Venezuela ha entrado ya de lleno en la producción de narcóticos, de ahí que se llame con razón a su régimen, un sistema comunista narcotraficante. La producción de droga se convierte así no sólo en un arma para corromper la salud de la juventud del mundo, sino también en una fábrica de corrupción política y de enriquecimiento de la aristocracia comunista. Ello está demostrado palmariamente por Maibort Petit con su libro “Cocaína y Miraflores”. Nos recordaba Alberto Franceschi, hombre valiente donde los haya, exdiputado del Congreso Nacional venezolano, antiguo trotskista reconvertido en defensor acérrimo de la Democracia Constitucional, desde los parámetros de Antonio García-Trevijano, precisamente en el Simposio Internacional “El consenso político degenera el idioma”, en 2017, que hubo un tiempo anterior al chavismo en que simples venezolanos de la clase media, en las décadas 70 y 80 del siglo pasado, se iban de vacaciones con toda la familia al Walt Disney World, del florido Orlando, como tal cosa, y ahora malviven en la miseria con un sueldo de 50 dólares al mes bajo el martillo criminal de Maduro, amigo de nuestro “santo” Zapatero. ¡Viva la ínclita sociedad comunista que iguala a todos sus súbditos con el hambre y la pobreza! Otra cosa es la aristocracia comunista, que ha robado a Venezuela un billón de dólares en estos veinte años de tiranía. La pequeña reunión con Williams Dávila termina, y a alguien se le ocurre hacernos unas fotos con el antiguo gobernador del Estado de Mérida, pero los asistentes venezolanos no quieren aparecer en las fotos, tienen a sus familias en Venezuela… El miedo a la criminal dictadura se masca. Williams Dávila volverá a Venezuela, al averno bolivariano, a la coprocracia roja del Caribe. Considera que como político de raza tiene que estar al lado de su pueblo, vivir y morir con él. No sufre de apodemialgia. ¡Mucha suerte siempre al pueblo de Venezuela, que pronto alcance la Democracia para elegir su propio destino de libertad y prosperidad! “La América garrida / hoy levanta un clamor que se dilata / de la vega florida / del Orinoco, al Plata / que turbulento su raudal desata. / Pero maldito sea / quien al pueblo mostrando falsa egida / lo empuja a la pelea / y le arranca la vida / en medio de la lucha fratricida!” (Rubén Darío)

[El Imparcial]