lunes, 15 de abril de 2019

Pogba y Hazard



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Todo indica que, entre el Ser Superior que deslumbra a Butragueño y el Ser Misterioso que de madrugada se aparece a Zidane, el nuevo Madrid pasa por los pies de Paul Pogba.
 
La inteligencia de Pogba y la fuerza de Hazard –me dice un pipero que se informa por el “As”.
 
Aquí la afición está dividida entre los partidarios de la inteligencia o fuerza de Pogba y los partidarios de la fuerza o inteligencia de Hazard. Chascarrillo por chascarrillo (y poner a Pogba de piedra angular del Real Madrid no deja de ser un chascarrillo), los unos citan a Einstein, y los otros, a Bernard Shaw, a quien la bailarina Isadora Duncan, de sangre irlandesa, dijo una vez: “Usted y yo deberíamos tener hijos: tendrían mi belleza y su inteligencia”. A lo que Shaw, fox terrier de pelo duro, replicó: “Mejor si no los tenemos, por si acaso nacen con mi belleza y su inteligencia”. Este cuento se renovó luego con los personajes de Marilyn Monroe y Albert Einstein, si bien con un error de planteamiento tremendo: la estrella de Los Ángeles tenía un CI cinco puntos superior al del Sabio de Sabios.

 Pero si el Ser Misterioso ha dado el nombre de Pogba, no hay más que decir: el nuevo Real Madrid serán Pogba con su Rolls y diez más, los de siempre, pues Zidane no es partidario de cambiar el aceite de la churrera. Zidane quiere a Pogba y Pogba quiere a Zidane.
 
En el United ha tenido a Mourinho, que no le gustó, porque no le dejaba ir a los partidos en el Rolls, y a Solskjaer, que tampoco le gusta, y ya está. Jordi Cruyff, que estuvo en el United, ha escrito un folio explicando que un equipo como ése no necesita un entrenador de futbolistas, sino un administrador de egos, pues en esta época de redes sociales (?) las figuras son los futbolistas. Hombre, en Hollywood las estrellas eran los actores, y John Ford los hacía llorar en los rodajes, también a John Wayne, quien, sin embargo, mataba por hacer películas con él. Además, eso de los administradores de egos no lo ha aprendido Jordi Cruyff de su padre, a quien todos nos imaginamos tratando egos como el de Pogba.
 
El United actual tiene un equipo de destripaterrones (¡Pogba parece un cisne entre patos!), donde lo único que se puede administrar es el número de lindes a barbechar por partido. Su ex presidente Martin Edwards, cree, sin embargo, que tiene la plantilla de Brasil’70, y explica que la mala racha manchesteriana vino porque Mourinho no era feliz en el trabajo, vivía solo en un hotel y criticó a los jugadores en público (en realidad sólo criticó a Pogba), “algo que Ferguson nunca hizo, porque prefería darles un toque en privado”, aunque para resultar creíble su opinión le ha faltado añadir que Ferguson nunca hubiera tenido por crack a Pogba.
 
Entre el orden de un Mourinho y el caos de un Zidane se sitúa el relativismo socialdemócrata de Guardiola, arquetipo de una época, que ha roto todos los esquemas del fútbol mundial al declarar su felicidad por haber perdido en Champions 1-0 ante el Tottenham, en contraste con la tragedia que hubiera sido un empate a cero:
 
Es mejor perder 1-0 que finalizar 0-0. Con la derrota te exiges meter goles; con el empate, no sabes si atacas o defiendes.
 
Estas palabras hubieran vuelto loco a sir Alfred J. Ayer, positivista lógico e hincha del Tottenham, pero a estos niveles ha llegado el fútbol de alta competición.
 
Por cosas así, algunos ingleses llaman al Gandhi de Sampedor el Fraude Calvo, que al City llevó a Nolito, pero que al Barça ya había llevado a Chigrinski. ¿Y si Pogba fuera el Chigrinski de Zidane?
    A propósito de los esfuerzos por el fichaje de Pogba, quien, por cierto, ya cuenta con el visto bueno de Lucas Vázquez, no estaría de más tener presente el consejo de superviviente de Bear Grylls: nunca gastes en cazar una presa más energía de la que su consumo vaya a proporcionarte. Consejo que vale para lo de Pogba, pero también para lo de Hazard, teniendo a mano a Joao Felix, cuyo partido ante el Eintracht nos dejó la misma sensación que el partido de Figo con el Sporting de Lisboa en el Bernabéu.
 
En cuanto el gol, eso, para el resto de nuestras vidas, seguirá siendo cosa de Benzemá.



EL COLECCIONISTA

    Ahora que ya no hay nada que jugarse, Sergio Ramos mata el rato como Solari, visitando museos. Colecciona arte, afición que también desarrolló Tarzán Migueli, otro defensa central. Pepe Cerdá habla de un coleccionista que se le presentó en el estudio a un amigo suyo pintor al que había adquirido varias obras cuando los tiempos eran otros. Ahora, arruinado, le pedía que le recomprase los cuadros. Su amigo se negó: “No por nada en especial, sino porque después de toda una vida de bondad ahora estaba ejerciendo de cabrón para ver qué se sentía.” El coleccionista se quejó del dinero y la energía invertida durante tantos años en el asunto del arte y los artistas. A lo que el amigo de Cerdá le replicó: “¡Pero que te habías creído! ¡La filantropía es muy cara!” Y lo que vale para el arte, vale para el fútbol.