martes, 16 de octubre de 2018

La lección de Harry Kane en Sevilla



Hughes
Abc

Siendo uno de los mejores goleadores del mundo, Kane arruinó el optimismo de Luis Enrique lejos del área y sin marcar. No es que Harry Kane se haya convertido de repente en un «falso nueve» ni en un «nueve falso». Fue otra cosa. Un nueve falso es uno que debería hacer de nueve pero no lo hace. Alguien que se escaquea del gol con el argumento de la calidad. Kane hace de nueve y además hace de diez. Lo hace todo, y no se sabe si es mejor dentro o fuera del área. Fue la diferencia fundamental entre España e Inglaterra. España es una mesocracia, todos son más o menos parecidos, y no tiene un jugador de esa categoría. Apunta Asensio, apunta Saúl, pero a mucha distancia.

Dio los tres goles, es más, los creó. Dos se originaron en su portero Pickford. Lejísimos. Un pase saliendo de la presión y un saque de puerta. Kane hizo lo demás. Convirtió en oro dos balones insustanciales. Transformó dos balones rutinarios en puro peligro. ¿Cómo se hace eso? Creando el espacio, ganando el lugar, y buscando a los rapidísimos puntas. Kane va al centro del campo y deja tras de si kilómetros de espacio. No es que deje un hueco, es que deja océanos, desiertos (¡Lawrence de Arabia de los espacios entre líneas!) donde llegan como flechas Sterling y Rashford.

Después, lucha, cuerpea, gana. Ayer destrozó la reputación de Ramos, Nacho y Busquets. Cargado de espaldas, se lleva las virtudes del 9 físico a otros lugares del campo. Es un nueve clásico jugando en otro lugar, un nueve clásico actualizado. Esto es muy curioso, porque no supone la despedida de un tipo tradicional de jugador, sino su enriquecimiento. Imaginen un Shearer que hubiera estudiado. O un Rooney de mayor precisión.

A la vez, él solo moderniza el antiguo juego directo inglés. Lo que España sufrió fue lo de siempre británico pero de otra manera, y no es tanto por Southgate o la influencia de Pochettino o Guardiola como por este portentoso Kane que parece otro súper héroe anglosajón a lo Jack Ryan o un delantero Windsor que olvida de repente la zona de conflicto para ir a hacer altruismo lejísimos del área.

Kane monta lejos del área esas tiendas de campaña neocoloniales en las que Harry se le declaró a Megahn Markle bajo un cielo de estrellas. Es absurdamente correcto y considerado con sus compañeros. Aun no es sir pero ya juega como si lo fuera.

Inglaterra demostró también ser muy superior físicamente a España. Hemos vuelto a lo del español bajito, pero ya sin el dominio absoluto del juego.

Después de todo, cuando Kane ya ha creado el espacio y ha ganado el balón, le aparece una sabiduría de veterano, de jugador cerebral que parece monitorizado por el entrenador. Busca al compañero con un toque perfecto de balón. Aparece la desconcertante claridad de un centrocampista.

Igual que un niño con cosas de viejo, el delantero en Kane se hace un director de juego. Es un "9" que asiste a los extremos. Le da la vuelta al calcetín táctico y el 4-3-3 lo hace 4-4-2 , invierte entero el ataque.

Destrozó así a España y la modernización de Luis Enrique quedó desfasada de repente ante la dos veces nueva Inglatera de Southgate (nueva en verano y nueva en octubre), que nos dijeron llegaba a Sevilla a llevarse el toque español como si fuera un importador de jerez.

Es preocupante que España fracasara en la salida de la pelota, lo que era un punto fuerte. Porque antes de que Kane apareciera con su repertorio de boxeador intacto y superdotado, la Selección lo hizo rematadamente mal en cosas muy importantes. No salió de la presión inglesa y Ramos perdió unos balones que parecían pecios de un naufragio.

España maquilló el resultado después con coraje y palmas, pero lo importante había pasado al principio. La lección de Kane en Sevilla.