Francisco Javier Gómez Izquierdo
No sé a ustedes, pero a mí esto del Mundialito me parece poco serio. Lleva pareciéndomelo desde que dejó de ser Copa Intercontinental para convertirse en un escaparate al que se mira sin entrar en la tienda. Un trofeo que pagan unos señores muy ricos para que en las televisiones que ellos venden se vean las estrellas futbolísticas que anuncian sus negocios. Las estrellas de hoy son dos: Messi y Cristiano. Bueno, tres, porque Zidane cuenta mucho en Oriente. Por eso es muy importante para los organizadores que la final del Mundialito la juegue Madrid o Barça. Ellos saben que futbolísticamante es un asunto menor, pero como es gente que sólo sabe hablar de dólares y euros no ha de extrañarnos que no les preocupe que el campeonato sea incómodo para los clubes, para los jugadores y para los aficionados, que se encuentran poco antes de Navidad y de sopetón con una obligación harto molesta. Está claro que la incomodidad y la obligación es para los equipos campeones de Europa, y un poquito los suramericanos, porque los asiáticos y africanos asisten al torneo como niño que va a Disneylandia.
Estoy seguro de que a bote pronto usted no sabe cómo se llama el equipo subcampeón del año pasado ante el Madrid, ni qué dos equipos brasileños, sólo brasileños, han sido campeones de esta rimbombante copa Mundial de Clubes. Un servidor lo acaba de mirar. Al aficionado, que ve los partidos si puede y se acuerda, le quedan las diabluras de un japonesito, Goku, que le valió ser fichado por el Getafe, la escalofriante lesión de Villa o... el VAR. ¡No va a traer cola el VAR!
Opino como Modric y Bale, pues si esperpéntico fue el espectáculo del año pasado, el gol no-gol de ayer a Casemiro a ustedes les parecerá insólito, pero a un servidor no le extraña nada. Es más, aventuro que el artefacto va a convertirse en arma peligrosísima pues dependerá con toda seguridad de ojos viciados por conciencias corrompidas. El sábado pasado coincidió el descanso del Madrid y el Sevilla con el partido del Bayern contra en Eintracht y en el Europa de Barbate se lo sintonizó el camarero a un alemán. Justo en ese momento el defensa Wolf entra por detrás a James y el colegiado ¡zás! tarjeta roja. El lateral se va, el árbitro duda, se para, piensa, cabecea y se acerca a la banda a consultar el VAR -el nuevo oráculo de Delfos- y el VAR ¿insinuó? que no. Que sólo amarilla. Wolff, ya en la ducha, se vistió de nuevo y volvió al campo con fortísima ovación. Objetivamente creo que la expulsión no fue decisión exagerada, ni injusta, ni fuera de lo que dice el reglamento. Como el Madrid iba ya 5-0 el bar estuvo una hora discutiendo una jugada creo que menor. El gol de Casemiro fue de poderosa corrección pero como al Mundialito suelen ir los colegiados más exhibicionistas y vanidosos de cada federación mundial hemos de asumir como lógicos los extraños momentos de confusión que se repiten en cada edición. Resulta que el VAR también es una interpretación. Para camino tan corto no se necesita tanta alforja. Me mantengo en el burro. La polémica es consustancial al fútbol. La derrota siempre necesita una justificación para ser honrosa y es norma no escrita y por eso sagrada que todos los aficionados tenemos claro que los árbitros van contra nuestro equipo. Ahora, encima, se van a ayudar de la tecnología.