Ignacio Ruiz Quintano
El peor título de Berlanga es el mejor balance del Estado de las Autonomías (desmontando la autonomía del Estado) montadas por el Estado de Partidos como industria prebendaria para sus clientelas locales: “Todos a la cárcel”.
El gobierno de España nunca debió consentir la declaración de independencia de Cataluña, espectáculo televisado en directo que ha causado un daño irreparable a la Nación, pero una vez producida la solución constitucional era el Artículo 116 (aplicado por Zapatero y Rubalcaba a los controladores aéreos, arrojados a los leones de la jurisdicción militar por poner en peligro… “¡el puente de la Constitución!”), no el 155, mal copiado del Artículo 37 de la Ley Fundamental de la República Federal de Alemania, que sólo faculta para dar instrucciones a las Autonomías recalcitrantes (por ejemplo, la negativa a cumplir las sentencias del TC sobre enseñanza en español), y en ningún caso para disolver gobiernos y parlamentos, que lo convertiría en un Artículo aún más ferino que el famoso 48.2 de la Constitución de Weimar que trajo lo que trajo. Mas los partidos han elegido el camino “político”, que es el chapucero, del 155, lo cual, en esta cultura española donde los conceptos políticos vagan como basura espacial, tampoco importa a nadie, pero las consecuencias serán desastrosas, aunque todo se haga en nombre de un fetiche tautológico, el “Estado de derecho”, que los políticos usan como el barbero la manzana que te mete en la boca al afeitarte.
Según Hobbes, todo sistema coercitivo que funciona de manera calculable a partir de leyes es un Estado y, en la medida en que sólo hay derecho estatal, también un Estado de derecho. Es decir, que no hay Estado que no sea de derecho, como descubrieron, atónitos, los constitucionalistas burgueses ante el aparato estatal bolchevique que, en tanto que funcionaba según normas calculables (ahí está “La facultad de las cosas inútiles” de Yuri Dombrovski), podía asimismo reivindicar para sí el título de “Estado de derecho”.
Tan de derecho, pues, era el Estado republicano que en el 34 bombardeó en la Generalidad al gobierno de Companys como el Estado monárquico que en el 17 encarcela en Soto de Real al gobierno (o lo que haya podido coger de él) de Puigdemont. El problema de España, pues, no está en el Estado, ni en el Derecho, ni en la República, ni en la Monarquía, sino en los separatismos, y el catalán ha vuelto a colocar hoy su enésima primera piedra. El ojo guiñado de Junqueras en la cárcel es el de esa gente que hace fotos y que, según Liselotte Bäuerle, se roba a sí misma el presente y roba a los demás el futuro.