Juan Ruiz
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
De Alemania llega la nueva (no sé yo si buena) del cardenal Marx (nombrado por Benedicto XVI) dejando caer que el Papa Bergoglio se plantea nuevas formas de liderazgo, incluida la abolición del celibato clerical, es decir, que los curas, ¡la raza latina! (“¡Viva la raza latina!”, les saludaban el 14 de abril del 31 los bolingas republicanos en la Puerta del Sol), podrían relacionarse como todo el mundo.
–Hoy las Ciencias adelantan que es una barbaridad –cantaban ya los “hombres cultos” en “La Verbena de la Paloma”.
El Ayuntamiento de Madrid, con título de excelentísimo, representa el progreso con una joven de acrisolado rahez hispano que se ganó el reconocimiento de las gentes (los medios acuden en grupo a escucharla cuando los cita) cantando en una capilla, durante la misa, “el Papa no nos deja comernos las almejas”.
Bien mirado, todos tendremos algo de Sotomayor (el Maestre de Alcántara, no el Sobrino de Carmena), freire legendario por su colosal riqueza (a pesar de sus votos de pobreza) y su magnífico harén (a pesar de sus votos de castidad).
Pero si se cumplieran los pronósticos de Marx (el cardenal, no el filósofo), quien volvería a “estar en el candelabro” sería el gran Juan Ruiz, que anduvo “faziendo sus deportes” por el Arciprestazgo de Hita un siglo antes que Sotomayor.
–Quien no tiene miel en orça, tengala en la boca –aconseja Juan Ruiz, patrón, con eso, de los flabelíferos, y primer apóstol español de la ejemplaridad (se pasa el libro tapando con consejos morales sus revolcones genésicos, y a esto lo llamó Américo Castro “vivir una vida mudéjar”.
Castro veía a Ruiz oriental porque gusta de “los sobacos un poco mojados”, y con eso sostenía que el “Libro de Buen Amor” era la versión alcarreña de “El Collar de la Paloma”. (¡Cela copiando a Gala!) Hubo de salir al corte Albornoz para recordar que mal podía el jocundo Juan Ruiz dejarse llevar por una vida mudéjar si en todo el Arciprestazgo de Hita había… ¡once mudéjares!