lunes, 14 de noviembre de 2016

Fútbol y Trump



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    México ganó 2 por 1 a Estados Unidos, y a domicilio, en la clasificación para el Mundial de Rusia.
    
Qué partido, Estados Unidos-México. ¡Con lo que ha dicho Trump! –se hacían cruces los prograjos, que tienen una bola de papel con cuatro consignas rebotando en las paredes del cráneo como en una pista de squash.

    La composición de lugar que se hacen los prograjos que invaden (también) el periodismo futbolero era algo así: ¡México jugándose en casa de Trump el pase al Mundial de Putin, que es amigo de Trump, que tiene un águila como el del nopal!

    La verdad es que ya hubiéramos querido una puesta de escena así para animar el partido de España con Macedonia, que, por cierto, nada tiene que ver con la del grande Alejandro Bicorne, como le decía Borges (claro, que tampoco esta España tiene nada que ver con la de... Cortés, por no ir más lejos).

    –Macedonia tiene el nivel de Albania –había avisado Lopetegui, para que en Granada la gente fuera al fútbol como iban a ver a Belmonte, dándose mucha prisa, porque, en cualquier momento, podían dejar de verlo.

    No conseguí verlo (el partido).

    Para la cosa del espectáculo, el fútbol podría aprender de la CNN. De Madrid al cielo y un agujero en el cielo para ver Madrid. La CNN es el agujero que los progres tienen en su cielo para ver el mundo: aquí un pobre que socorrer, allí una injusticia que reparar. Y así. Si la izquierda exquisita que retrató Tom Wolfe en el ático de Leonard Bernstein hubiera tenido TV, habría sintonizado la CNN.
    
La CNN lleva desde el miércoles haciendo agit-prop en Estados Unidos para que el pueblo se manifieste... contra la decisión del pueblo. Este ingenio sólo es superado por el espectáculo de nuestras clases culturales, insultando a la democracia americana desde un país que en el último siglo sólo ha dado al mundo franquismo y tiquitaca.

    Pero, en lo que nos importa aquí, que es el sentido del espectáculo, lo mejor de la CNN sucedió durante la noche electoral, con un tipo recorriendo de memoria todos los condados de la Unión como un opositor a notarías te recitaría todos los artículos de la Ley Hipotecaria, y con eso entretuvo (para que no cambiara de cadena) a una audiencia que había perdido las elecciones: ese hombre de los condados, con un traje de alpaca que quitaba el hipo y unas manos que se movían como las de Warren Beatty en un casting de títeres bailando bajo una sábana, consiguió algo digno de la gesta de Trump.

    Contra todo y contra todos (incluido, ya entonces, el hispanista cenizo de Carlin), Mourinho ganó futbolísticamente una Liga en España (con récord no superado de puntos y de goles). Contra todo y contra todos, Trump ha ganado democráticamente la silla más codiciada del mundo. “¡Otro Jesús Gil!”, dicen los analistas más finos, para explicarlo. Que es como si los historiadores más rigurosos, para explicar a Hernán Cortés, dijeran: “¡Otro sargento Arensivia!” (el personaje de Ivà). Luego, y sin salir del fútbol están los rapsodas del florentinismo hispánico, que, por aportar su grano de arena al debate “postfactual”, hablan de… “trumpismo cañí”.

    El secreto del tipo de la CNN para mantener en vilo a la audiencia hasta las nueve de la mañana (ahí os queremos ver a Doña Croqueta o a Valdano) consistió en no dar su brazo a torcer con los resultados de la Florida de Juan Ponce de León, donde, como se sabía desde el principio, también había ganado Trump. Este suspense inducido es lo que echamos de menos en todos los partidos del Combinado Autonómico. Y en muchos del Madrid, también.



TODO POR LA PATRIA

    Nos cuenta Jean Palette el ritual inmutable del 11 de noviembre, día del armisticio de la gran guerra, en rancia: el director del Colegio Público lee la lista (larga) de los caídos y tras cada nombre una representación de niños de las escuelas salmodia: “Caído por Francia”. Al final, dice, “cantamos la Marsellesa y luego nos vamos a tomar un vino o un vermú al ‘centro de encuentro’ municipal”. En España, en coincidencia con la fecha, día de San Martín, matamos el “chon” y escuchamos al diputado, dice que socialista, Madina, explicar que él no entiende de banderas nacionales (?), ya que sólo puede sentir las banderas sociales” (?). Y por eso, quizás, el símbolo político de la nación más antigua de Europa, a la que la prensa llama “la Roja”, sea hoy el bombo de Manolo el del bombo.