Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cuando Alaska era pegamoide y viajaba a México siempre le preguntaban lo mismo: “¿Y por qué no hacen ustedes canciones románticas?”
A mí una vez me preguntó una lectora (¡la lectora!) en un cóctel editorial por qué no escribía artículos culturales (?). Le dije que me pasaba con los artículos sobre cultura lo que al presidente L. B. J. con los discursos sobre economía.
–¿No has pensado nunca, Ken, que hacer un discurso sobre economía se parece mucho a mearte por la pata abajo? Uno nota el calor, pero nadie más se da cuenta –dijo Johnson a Galbraith, que se los escribía.
Así que, o haces política o haces costumbrismo, que en España, donde nadie tiene un criterio, pero todo el mundo tiene una opinión (“¡todas las opiniones son respetables!”, proclama la socialdemocracia), viene a ser lo mismo, pues llamamos análisis a lo que sólo es chismorreo, y de consignas, no de ideas.
De este costumbrismo político como de los Quintero traducidos al castellano, que es lo que se lleva, me llama la atención la gran cantidad que hay de practicantes de la gramática de Fray Gerundio, que proponía escribir con minúscula las cosas pequeñas, reservando la mayúscula para las cosas grandes.
Dios, para el españolejo que ha leído las quisicosas ateístas de Pepe Rodríguez, es cosa pequeñita, y escribe “dios”. O sea, diosito. Como podría escribir “franco” y “napoleón”, que también eran bajitos. Democracia, en cambio, se le hace cosa muy grande (sea donde fuere que la haya visto), y escribe “Democracia”.
Ante la ola de ilustración que se nos viene encima con la carrera de sacos electoral, un costumbrista liberal que se precie tolerará (verbo religioso) que en el colegio se enseñe voluntariamente religión, pero como mentira, toda vez que como verdad ya se enseña obligatoriamente… democracia (europea, popular y de voto obligatorio).
Lo lógico es, si las “mentiras” del Más Allá salen de falsas como las “verdades” del Más Acá, dar por probada la existencia de Dios.