martes, 14 de julio de 2015

Queda su vuelo

Las buenas personas
Burgos

Hughes
Abc

Casillas se volvió a despedir, esta vez enseñando la plata. Como portero, comenzó a aburrir en 2008, año en que Calderón prorrogó su contrato hasta el fin de los tiempos.

Los últimos años, lógica binaria casillista: santo, topo, santo, topo, santo, topo... Tuiteros que le consagraron su vida (yo creo que hasta matrimonios hubo con lo del «tópor»), mucho pelota de Floren y periodistas que parecían defender las rentas privadas de un futbolista. No lo harían, pero lo parecía. Claro que aquí, donde se organiza una melé por un billete de 20 euros, otros pedían que perdonara el dinero como si fuera un bereber.

Portero de cal, Casillas tocó de gracia, como un telele angelical, la palomita un poco cerril de Buyo, que era una palomita de Betanzos. En pijama, y con la manopla de abrir el horno, mi hermano es idéntico a Casillas, así que me llegó su adiós. Es el efecto que produce; su mercadotecnia de andar por casa.

Era el «soy de Mostolés», el español preferido para la cervecita en la terracita del veranito. El corporativismo en el fútbol, lo de casa controlado, cerrado: las farmacias, los taxis y el vestuario del Madrid, que si fuera por algunos aún seguiría jugando Butragueño. Y es raro irse «a lo grande»: Di Stéfano se fue reñido con Bernabéu y no pasó nada.

«Sefiní», señores, y alguien contestaría: ¡Chapó, chapó tú! Porque la gente aún recurre al francés cuando se emociona. De lo cansino que es todo, apetece citar a Pepe Rubianes, aunque no iba desencaminado Mou, ¿o acaso no hay un hilo que une el buenismo de Pep al de Íker

Fue el portero de las «buenas personas» (del übermensch al guter mensch). Al menos no dijo "buena gente".