Abc
Es ley de la socialdemocracia que, cuanto más facha se torna la realidad, más progre se vuelve la ficción.
En España todo el mundo se dice hoy de izquierdas, de lo que se deduce que todo el mundo es de derechas, como se ve en las propinas que deja la gente en los restaurantes después de haberse pasado la cena alabando a Obama por su prosternación ante los dos regímenes más homófobos del planeta, el de los ayatolás de Persia y el de los Castro de Cuba, mirando de igual a igual a ese vejestorio de Raúl que ya quedaba señalado como reina del desierto en “Conducta impropia”, el documental de Néstor Almendros.
En la Jauja socialdemócrata nada es sagrado, salvo las bicicletas, que en España lo son como las vacas en la India. Las vacas representan allí la maternidad, y las bicicletas, aquí, la menesterosidad.
Pero si todos somos de izquierdas y todos tenemos bicicleta, ¿qué nos falta, aparte de dinero de bolsillo, para declararnos felices en Jauja?
–Un proyecto –contestan todos los políticos, ahora que están en campaña.
Los más novatos dicen “proyecto de país”, como si los países fueran productos, no de la Historia, sino de la voluntad joseantoniana. Y los más esnobs nos prometen otro Silicon Valley, o Valle del Silicio, que hasta podría ocupar el de los Caídos en Cuelgamuros.
–¡Menos ladrillos y más ordenadores! –pedía en su época Zapatero, y luego salía Moratinos y fastidiaba la venta al confesar que ellos, en el Consejo de Ministros, tenían ordenadores, pero que en realidad no funcionaban.
A mí este Silicon Valley se me hace como aquel I+D que Josu Iñaki Erkoreka Gervasio, aficionado taurino (con pañolico) de callejón en Vista Alegre, ofrecía a sus votantes hace un montón de años:
–No te equivoques, Erkoreka: la solución es el I+D –decía Erkoreka que le dijo un empresario de Bilbao.
Silicon Valley es a Steve Jobs lo que Falcon Crest a California. Guerra prometió hacer de Andalucía otra California, y en materia de deuda lo logró.