jueves, 15 de mayo de 2014

Magiares de otro siglo (sobre la maldición que persigue al Benfica)

 
Francisco Javier Gómez Izquierdo
 
Creo que ya he contado que mi madre, con seis hijos y el único sueldo de mi padre, a principios de los 70 metió pupilos en una de las habitaciones de casa. La habitación estaba adjudicada por temporadas: a principios de año, el cuarto era para  un técnico creo que de la Ferroli y lo heredaba uno de Murcia que limpiaba durante un mes unos depósitos de otra fábrica del Polo. Había demanda y cuando quedaba libre, admitía mi madre recomendados de otras casas. En verano venía el señor Revuelta, un hombre mayor que fue portero del Athletic y que se iba a hacer el crucigrama de El Correo a Fuentes Blancas, a comer a la residencia San José y por las tardes me contaba leyendas inéditas de su equipo. En otoño aparecía el señor Avilés, que se ofrecía de puerta en puerta a retratar a las familias y ponerlas en un cuadro y antes de Navidad se presentaba en casa el “mago de Hungría” a pasar dos o tres semanas.

    El “mago de Hungría” o el “señor húngaro”, era mago y señor. Los hermanos lo admirábamos sin disimulo y en edades tan inquietas permanecíamos  como estatuas escuchando sus antiguas penurias, huyendo de su país en un camión con el joven Kubala  jugándose la vida en la historia de una alambrada. El “mago de Hungría” casó con la hija de un embajador francés en Suráfrica y alojándose ya en hoteles, vino el matrimonio a regalar algo a mi madre y a demostrarnos su cariño.
    
El “mago de Hungría” nos veía juntar en 1972 los cromos de La Casera y fué entonces, a la edad que se clava en la memoria lo que el subconsciente quiere, cuando escuché por primera vez la maldición de Bella Guttman, con quien el “mago de Hungría” había tratado mucho en Italia. Con los ojos como platos y con la boca abierta, supongo, seguro que razonamos con una egoísta simpleza pidiendo al Benfica en los sorteos de las eliminatorias de Copa de Europa, después de haber conocido una revelación, pongamos mistérica.

    ...Y es que sólo un equipo  aquejado de mal de ojo puede fallar las ocasiones que falló el Benfica ante Beto. Sólo un equipo abandonado por la Fortuna  puede cegar a los hombres del Reglamento a los que se confía juzgar los actos injustos. Sólo en un equipo maldito pueden entontecer de repente los cañoneros de mejor puntería –lo de Cardozo ya es contumacia, la verdad-....
      
El Sevilla no debió pasar por méritos deportivos de la semifinal, pero es de justicia que a Emery le sonrían los hados, para contrarrestar el modo  como es tratado por los que dicen que saben. Unay Emery clasificaba al Valencia 3º, es decir, ganaba la Liga de los otros, recibiendo desprecios del periodismo ché y burlas de sus propios jugadores, cuchufletas  que siguen haciendo incluso en la propia casa del antiguo entrenador. La prensa palangana  también ha querido echar a Emery del Sevilla -en diciembre estuvo prácticamente fuera-  y como a mí me parece que no está bien desmantelar un equipo antes de iniciar la temporada y luego exigir resultados al míster, no voy a dejar de admirar y defender a Emery, a pesar de ese primitivismo que aparenta y la falta de control en unas  emociones  a todas luces, sanas. A Emery le falló ayer algún jugador -Alberto, salvo lesión en su puesto, hasta creo que se ha borrado para el Mundial-, pero por ejemplo Coke, al que los tribuletes  del Sevilla denuncian en sus crónicas por dedicarse a lo que no sabe, se partió la cara por su entrenador y su equipo, y Vitolo se regocijó en los desprecios recibidos.
    
En fin... que me alegro mucho por Emery, que felicito al Sevilla, y...  mis deseos por que los benfiquistas  hagan caso a las modernas Casandras y convoquen un sínodo de brujos, o como se diga, que los aparte de su maldición.