domingo, 27 de abril de 2014

Un fin de raza




Máximo Pradera colgó ayer este desafinado trino en Tweeter: una foto de sí mismo, un selfie en el que hace el saludo romano ante la puerta de la casa en la que vive Hermann Tertsch.

 Debo reconocer que ver hacer ese saludo a un tipo con la carga genética del joven Pradera, acojona. Su abuelo materno, Rafael Sánchez Mazas, fue el carné número 4 de Falange Española de las JONS y cofundador en 1933 del semanario ‘El Fascio’. Su bisabuelo paterno, Víctor Pradera Larumbe, fue un político carlista, asesinado en San Sebastián en septiembre de 1936 por el bando republicano, que hizo lo mismo con su hijo Javier, abuelo paterno de esta patética criatura, asesinado en los días siguientes.

O sea, que puesto en plan homenajes a patriotas, en el sentido con el que él emplea el término, los podría hacer ante la tumba de  sus ancestros, que esos sí que eran patriotas de cojones y no Hermann Tertsch.

Hay diferencias entre el payasete y sus mayores, claro. Los Pradera fusilados eran gentes de bien, amén de inteligentes. El abuelito Rafael, era muy facha, y también fue fusilado, en Cataluña, aunque escapó con vida. Era un buen escritor, como puede comprobar quien lea ‘La vida nueva de Pedrito de Andía’, ‘Apología de Bilbao’ y ‘Vaga Memoria de Cien años’. Rafael Sánchez Mazas tuvo tres hijos, además de Gabriela, la desventurada madre de esta criatura. Sus tíos, el escritor Rafael Sánchez Ferlosio, el matemático y filósofo Miguel y el cantautor Chicho, habían heredado el talento de Sánchez Mazas. En la segunda foto, es el niño de la izquierda.

El único de los Pradera que yo he conocido fue su padre, Javier Pradera, que murió el 20 de noviembre de 2011, el mismo día en que el zapaterismo perdió las elecciones generales y el aniversario de la muerte de Franco y José Antonio (caramba, qué coinsidensia y qué paradoja, dirían Los Luthiers). La biografía de Javier Pradera es de dominio público. Me llevé bien con él, o tal vez sería más adecuado decir que él se llevó bien conmigo.

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