jueves, 24 de abril de 2014

Real Madrid 1 – 0 Bayern Munich Deconstruido

Mediodía D


Jarroson

 1. En teoría nada puede motivar más a un madridista en Europa que un Bayern Munich entrenado por Guardiola, dos pájaros (de mucha envergadura) de un tiro, o de un gol. Y a esa ecuación hay que añadir una buena noticia, ya que por fin entendió la cúpula del Madrid que los días D a las hora H hay protocolos que respetar y adelantaron el infame Nessun Dorma quince minutos antes del partido. Por lo demás muchos nervios, banderines blancos y un tifo tan académico que parecía un regalo sorpresa a un niño que hacía la primera comunión.

2. La última innovación culinaria de Guardiola es Lahm, un lateral derecho jugando de mediocentro, el gintonic con bayas de enebro y cortezas de limón de Pedro Jota. Con Lahm en el medio acompañado de Schweinsteiger y los puñales arriba salieron los bávaros a proponer un fútbol de toque corto y posesión. El Madrid jugó contra el Bayern la prolongación del partido de Mestalla y salió junto y bien dispuesto en 4-4-2. La solución al enigma se adivinaba, pues, a lo lejos: posesiones largas del Bayern y el Madrid a hacerles la jaula, matarlos con contras y correr todos como cabrones. Un día UNICEF organizará un acto con Guardiola en el que tras un partido con 83% de posesión Pep cederá simbólicamente el 0,7%  a una escuela de fútbol base africano y el mundo aplaudirá.

3. Que ya no nos entrenen Capello o Mourinho tiene cosas buenas como que el entrenador puede encerrarse en el Bernabéu sin que le critiquen. Yo que soy madridista desde el patio del colegio nunca me he molestado por ello. Ni con Capello, ni con el 5-3-2 de Del Bosque, ni con Mourinho, ni con Ancelotti: el Madrid sólo puede jugar a ganar. Una muestra significativa de la idiocia periodística española es alabar a Guardiola por su toque o su juego ‘ofensivo’, cuando más interesante que el toque a ninguna parte me parece la presión tras la pérdida, actitudes positivas o negativas en un equipo en función de quién entrene.


La horda

4. El gol del Madrid vuelve a coronar a Benzema, de nuevo determinante en ese rol de dealer que trapichea con parsimonia en las esquinas sin que la policía se entere. Benzema es un delantero tan atípico que hasta celebra los goles con timidez. Vuelve a aparecer en noche señalada y compensa aportando el sosiego que les falta a Cristiano, Bale o Di María.

5. A cada partido del Madrid intento fijarme en Carvajal para terminar de saber qué pienso de él y siempre me pierdo en divagaciones sobre sus mangas. Juega siempre con manga larga remangada, y no con manga corta. Cuando además tenía la barba parecía un labriego de León y le faltaba salir al campo con una azada. El afeitado y los partidos consecutivos que lleva jugando desde la lesión de Arbeloa le han venido muy bien. El madridismo tiene pequeños lugares míticos, refugios del pasado: la rodillera de Chendo, las lengüetas de las adidas de Beckham, las ojeras de Özil, las cintas del pelo de Guti… y a ese lugar van de cabeza las mangas remangadas de Carvajal.

5. El Madrid sin embargo se obstina en contradecir el relato que le han creado los medios y si de verdad tuviera la mitad de pegada que nos otorgan se habría ganado la final de Copa en 30 minutos y habríamos metido 4-0 al Bayern. Pudo matar el Madrid al final de la primera parte cuando Isco apareció en paredes con Benzema primero y Alonso después, pero Di María no puede hacer dos partidos perfectos consecutivos porque eso demostraría la existencia de Dios, y el Madrid es muy sensible a los diferentes credos de sus aficionados.


Las orejonas

6. En la segunda parte vimos por fin un Madrid completamente adulto, protagonizando triquiñuelas que nosotros sufrimos habitualmente y gestionando perfectamente las fuerzas, el tiempo con y sin balón y todos esos intangibles de los que nos habla Segurola por las noches a una generación entera de madridistas que ha crecido bajo el yugo periodístico y cultural de “el madrid no juega a nada” convertido en mandamiento. Hubo una preciosa y larguísima posesión al final del partido que parecía una tomadura de pelo al Bayern sin serlo. El balón iba, venía y pasaba por todos los jugadores y parecía los viajes de Colón por el Atlántico hasta que Ramos -cómo no- con esa morbosa necesidad de protagonismo que nadie puede quitarle lo regaló en el enésimo balón cruzado de la noche. Los saques en pesetas con el pie de Casillas son los balones cruzados de Ramos pasados a euros.

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