lunes, 9 de diciembre de 2013

Más "cornás" se llevan los pobres


José Ramón Márquez

A lo mejor se puede decir más alto, como decía aquél, pero creo que uno no puede expresarse de una manera más clara que la del torero Luis García, Niño de Leganés en los carteles. Dice:
 
–No podré volver a vestirme de torero. No quedan esperanzas. La evolución no ha sido la esperada y no hay más remedio que abandonar la profesión.
 
Más claro, el agua.
 
Resulta que la tragedia de la Fiesta con quien se ceba en verdad es con los peones. Adrián Gómez, El Chano o Niño de Leganés. Y los que se llevan las zalemas, como siempre, son los otros.
Aún recordamos, sin tener que irnos hacia atrás, hacia la cogida de Frascuelo en Chinchón, las campañas alrededor de la sangre que se montaron alrededor de aquella cogida de gorilón en Aguascalientes, y todo aquel despliegue mediático, todas las verdades a medias o las mentiras enteras sobre que la plaza no tenía ni enfermería, que sólo faltó decir que le lavaron la herida con el agua de un botijo, como se dijo del pobre Hilario González, Serranito, cogido en Astorga hace un siglo; los cuentos sin cuento de las transfusiones, que ríase usted de la agonía de Manolete en Linares; la milimétrica explicación de los más ínfimos avances en aquella feliz recuperación narrados con puntilloso celo profesional por el doctor Rogelio... Y lo mismo en este mismo año, la cogida del jefe de filas de Luis García, corneado también en Sevilla, cogida de Miura dos días antes de la de Miura, vestidito de plata, descubriendo la pata –y eso que no la echa hacia adelante ni aunque le aspen– confiado en que el toro se había leído todos los artículos en que al matador le ponen de torero poderoso y por eso se creyó que podía llevar la muleta por donde le diese la gana... Y lo mismo también la del gordete, a quien un pobre becerro acorne se le llevó por delante en Huesca por no hacerle ni caso, que al propio bicho sólo le faltó ponerse a llorar y a pedir perdón de rodillas por su osadía, que el que más susto se llevó de ver la sangre fue el bicho.
 
Y mientras por ahí tenemos a aquellos tres con sus cornadas de periódico, con la sangre de reportaje, con las entrevistas hospitalarias, con las cámaras lentas y todo el runrun, ahí al ladito está Luis García explicando la gravedad de su percance del que nadie se ocupó, explicando la enorme gravedad de su herida de forma sintética y precisa cuando confiesa que ya no va a poder vestirse de torero nunca más.
 
Antonio Burgos escribió en el ABC del día 28 de junio de 2008 una emocionante columna titulada “Adrián Gómez es el toreo” del que tomo su final: “El toreo puro y absoluto de la verdad de la vida y de la muerte, de la que no hablan los periódicos. Adrián Gómez, que no cobra millones ni está rico podrido, sí que ha salvado, con su propia vida, la verdad de la Fiesta”. Pues lo mismo, Luis García, matador de toros, Niño de Leganés en los carteles.