Jorge Bustos en Hartazgo de Corte y nostalgia de aldea (CLT)
Jorge Bustos
Cualquier madrileño, sin necesidad de ser de ciencias, domina una magnitud endémica que el Sistema Métrico Decimal aún no reconoce pero que sirve para medir cada día el tráfico de Madrid. Saben ustedes que el tráfico matritense es un fenómeno proverbial, selvático, conspiranoico, que identifica la capital de España mas propiamente que la Cibeles o la Puerta de Alcalá, hasta el punto de que en los abanicos de los puestos de souvenirs que explora el guiri desavisado no debiéramos estampar motivos taurinos ni flamencos sino ringleras de vehículos matándose a bocinazos.
Pero queríamos hablarles de esa magnitud circulatoria que todos aquí llamamos la hijoputésima de segundo, y que marca el lapso transcurrido entre el paso del disco rojo al verde y el claxon que hace sonar el hijoputa de detrás para que avancemos. En los semáforos de todas las grandes ciudades de España se usa la hijoputésima, pero el valor de la hijoputésima madrileña es especialmente corto, de modo que es la que toman como referencia los analistas de la DGT, en colaboración con el Centro de Investigaciones Sociológicas, para establecer no ya el grado de paciencia del conductor medio, sino su tolerancia probable a futuras subidas de impuestos y su índice de satisfacción sexual.
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