lunes, 29 de octubre de 2012

Cabezotas

Llorente, ídolo caído
 
Francisco Javier Gómez Izquierdo
 
Imagino que los entrenadores de fútbol de 1ª División conocen bien la plantilla del club por el que fichan y tienen más de un concepto claro sobre las características de las de sus rivales. El Rayo Vallecano contrató a Paco Jémez con maneras que no gustaron en Córdoba, pero la prosperidad del técnico y la alegría de una buena temporada, perdonaron sin “acritú” la traición a la palabra dada:

        -Seguiré en 2ª con el Córdoba.

     El caso es que el bueno de Paco aterrizó en Vallecas con unos planteamientos futbolísticos que son válidos entre iguales, pero que han de tenerse por suicidas ante equipos de cierta enjundia. Paco es testarudo y a veces salta con un mal genio que tiembla el misterio. El empecinamiento del que presume puede arrastrarle al abismo de la destitución. Por eso haría bien en valorar como debe a cada uno de sus defensas, sobre todo a sus laterales Casado y Tito, aptos para asimilar dos cosas a la vez, pero incapaces de mirar por el retrovisor cuando adelantan; o a esos centrocampistas a los que pide una concentración mentalmente inabarcable y una calidad de la que están huérfanos. Una pérdida de balón de José Carlos o el Chori Domínguez son mortales de necesidad, por mucho que se multiplique Javi Fuego y teniendo en cuenta que la confianza en Jordi Amat no puede ser infinita. Caer ante el Real y el Barça es normal, pero que el Valladolid te cuele seis, invita a arrepentirse de los pecados y ponerse penitencia.
    
Paco Jémez es un extraordinario entrenador. Si le dieran un Valencia ó uno de los Atléticos estoy convencido que animaría mucho la Liga,  pues considero que está capacitado para sacar el 120% de sus pupilos. Está en el Rayo, donde ha sacado a pasear a un tal Leo, desconocido incluso entre los suyos, y al que la prensa pide goles maradonianos. No es predecible el futuro del Rayo, pero su plantilla valdrá más cuando Paco se vaya... o le echen.
     
Siempre he creído que buen entrenador es aquél que revaloriza a sus jugadores. Caparrós subió la cotización de los futbolistas del Athletic -como hiciera en Sevilla y está haciendo en Mallorca-  y es sabido que colocó en la palestra a varios desconocidos a los que el argentino Bielsa va raspando el caché. Caparrós era el entrenador ideal para el Athletic, pero el cainismo nacional lo defenestró al tiempo que una corte de aduladores amigos del parecer más que del ser, santificó a un señor al que adora por raro y misterioso. Soy testigo de cabezonadas del Loco Bielsa que pasan por genialidades entre tantos admiradores como tiene entre tribuletes, y cada vez que calienta Llorente con el 0-2 en contra, no puedo dejar de lamentar el manicomio en el que se está convirtiendo el Athletic.  Si no lo quiere, que no lo convoque, pero si cuenta con él, que lo ponga de titular, porque ¡a ver cómo se explica en la prensa el que Llorente sea reserva después de lo vivido con Clemente y Sarabia! ¿En qué se está convirtiendo Muniaín? ¿Y San José, al que don Marcelo no ve más apto que Amorebieta? ¿E Iturraspe, aquella perla que empezó a brillar con el sevillano Jokin? ¿Qué ha perdido Iraola? ¿Por qué se desquicia tanto Ander Herrera?
    
En Bilbao gusta la cabezonería, y por eso Marcelo Bielsa va a gozar de cuartelillo, pero ya les digo a ustedes que si Paco Jémez coge ese Athletic lo hacen lehendakari. Puestos a elegir entre cabezotas, es preferible el de menos peligro... y por supuesto, el más barato.

Paco Jémez, equilibrista sin red