Árbol de Cortés en la Noche Triste
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Con la de gente que hay en el mundo que no ha metido un gol en su vida, Ronaldo mete dos y no los celebra… porque está triste.
–Dale cariño, Irina, que no hay en la vida nada como la pena de hacerle gol al Granada.
Ronaldo ha hecho suyo, sin saberlo, el lema de Giordano Bruno (“In tristitia hilaris, in hilaritate tristis”) que los andaluces, según Pemán, vienen practicando desde la noche de los tiempos: reírse del hambre y entristecerse en la juerga.
–¿Por qué habrá de ser sol menor “la tonalidad de la tristeza”? –pregunta Steiner en sus líos matemáticos con la música.
Qué cosa tan portuguesa, la tristeza, y qué cosa tan española, la pelusa.
A Ronaldo le dijeron que venía al Madrid a jugar al fútbol, no a pelear contra un régimen político-cultural “faisanado” hasta los tuétanos. Ahora tristea, y el español feo, bajito y venido a menos por la crisis que todo el mundo lleva dentro saca a pasear su resentimiento de siglos contra “ese multimillonario”, sin considerar que “ese multimillonario” nació más tieso que todos ellos juntos, aunque haciendo lo que ninguno de ellos nunca hará, que es trabajar para destacar en lo suyo (hay pocos trabajos más difíciles que el de meter goles), llegó a multimillonario.
La tristeza de Ronaldo es una cólera de justicia hecha costumbre, y yo de Florentino Pérez, para perpetuarla, plantaría un madroño en las porterías de los goles de Ronaldo al Granada, como se conserva en Tacuba el árbol bajo cuyas ramas, con los aztecas dando gritos en plan Manolos de La 4, lloró Cortés en la Noche Triste al ver destruido su sueño.
La única manera de hacer reír a Ronaldo es decir que Kaká gana más y que Iniesta es mejor. (Como reiría Usain Bolt, si oyera que Lewis gana más y que Fermín Cacho es mejor).