domingo, 10 de junio de 2012

Los toros, fiesta internacional

Japonesa con maleta en la Andanada del 9 en Las Ventas
 durante la Feria del Arte y la Cultura
¿Escultura de Úrculo o pintura de Cristóbal Toral?


Hay que aprender a dialogar con los turistas en la plaza. El “Séneca” proponía una pequeña cartilla elemental de tapujos optimistas. Cuando el matador toma el estoque de madera, hay que explicar: “Antes se toreaba de muleta con el estoque de verdad. Así, si el toro lo alcanzaba, el hombre se defendía a sablazos. Ahora lo hacen con un estoquito de juguete para mayor indefensión y peligro... la raza se endurece.” Ante ciertos pares de banderillas hay que explicar rápidamente “¿Ha visto usted? Se las ha tirado. Esto se logra muy pocas veces. Además, ¿vio dónde se las puso? Desde los tiempos de Frascuelo nadie ha logrado clavar un par tan abdominal.” O bien ante ciertas estocadas:

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Fíjese, fíjese, cómo le sale la punta del estoque por abajo... No sabe usted lo difícil que es conseguir esa “suerte del imperdible”.


José María Pemán
Abc

    Andalucía, en principio, es un pueblo sedentario. Su universalismo, que es mucho, no es el universalismo que se logra haciendo turismo, sino el que se fabrica recibiendo turistas. Hasta los grandes invasores de ella -fenicios, romanos, vándalos, árabes- resultaron, al cabo, un poco turistas. Todos volvieron a sus casas; aunque dejándose gloriosamente olvidados en el hotel, como un cepillo de dientes o un pijama, el circo de Itálica o la Mezquita de Córdoba.

    Andalucía ha llegado así a un cierto cosmopolitismo elemental y filosófico de portero de hotel. Pero los porteros tienen a su cargo un pedacito de honor nacional; y han de desenvolverse con cierta obligación de diplomático optimismo. Cuando la mañana de feria está lluviosa, han de asegurar dogmáticamente: “Esto pasa”. Y cuando le piden un “taxi”, en horas en que no los hay, han de asegurar aplomadamente: “En seguida”; y alimentar la esperanza del cliente con periódicas pitadas de su silbato sobre la calle desierta.

    Escribo esto porque me temo que, sobre todo en las plazas de toros, mis paisanos se adormecen en el cumplimiento de estas obligaciones internacionales. Las plazas de toros son hoy día, después de la Onu, las más cosmopolitas asambleas del planeta. En las ferias andaluzas los toros se ven ahora coreados por un susurro políglota. De vez en cuando se oye, al margen de cualquier episodio de la lidia, un grito tan extemporáneo que se adivina de una emoción incompetente importada de Suecia o el Canadá. Estoy viendo llegar el instante en que, sustituyendo al viejo y castizo “olé”, una faena vistosa sea acompañada por un rítmico: “O-kay! O-kay!” Sobre todo es denunciadora la cantidad de máquinas fotográficas. Porque el turista es el ser humano que más gusta de conjugar los verbos en pretérito. No viene a los toros a “ver”, sino a “haberlos visto”: a enseñarlos en fotografía, a enviarlos en postales; a contarlos en Chicago. Psicología mercantil y presupuestaria, el turista paga precios elevados porque con ellos no compra un efímero “estar” en Sevilla, sino un largo “haber estado”. Su turismo, en definitiva, como ciertas maletas excelentes, le resulta barato porque le “dura toda la vida”.

    Por todo eso nuestra responsabilidad internacional en la plaza de toros es delicadísima. El extranjero viene ahora a la fiesta con una predisposición favorable. En mi juventud, yo recuerdo que las corridas eran, un poco, nuestro pudor. Era hora humanitaria y progresista, y como se tapa el estoque con la muleta, procurábamos tapar a Lagartijo con Ramón y Cajal. Ahora todo eso ha dado un viraje en redondo. Los optimismos han decaído mucho y el mundo ha sufrido aparatosas cogidas. La sangre luminosa de las cinco de la tarde sobre el morrillo de un toro empieza a parecer estética al lado de la sangre de Stalingrado. La mitad del mundo anda metido en problemas que han subido mucho la cotización de ciertas elementalidades como la fuerza y la virilidad. Cuando el torero se ciñe temerariamente al peligro y desafía con arrojo su acometida, los americanos piensan en Rusia y los ingleses en Suez. “¡Así se hace!” Ayer los hombres civilizados fundaban sociedades protectoras de animales. Ahora los hombres civilizados piensan que ellos mismos han de hacerse un poco animales para proteger la sociedad.

    Y ocurre que es en este momento cuando nosotros empezamos a considerar ablandada y empalidecida nuestra fiesta. Pero esto debe ser un secreto para nosotros solos. Todo andaluz en los toros de feria está ahora revestido de representación diplomática y ha de aprender el optimismo profesional. Si no exportamos naranjas y vino, no tendremos divisas. Si no exportamos patetismo, no tendremos consideración forastera. La obligación no deja de ser complicada. Yo he pasado grandes apuros teniendo que explicar a la pequeña Onu que me rodeaba en un tendido lo que significaba “¡olé!” y lo que es un toro “jabonero”. Sudé mucho para hacerme comprender a un suizo, matemático como un reloj, que aquel toro era “cuerniveleto”, a pesar de que las veletas giran y los cuernos no. Y hace años, cuando un cardenal insigne había condenado ciertos bailes modernos, se me fue toda una corrida en explicar a un sueco el grito de un chusco ante un torero que hacía una faena saltarina: “No bailes, niño, que lo ha prohibido el cardenal”. Fue dificilísimo que el sueco entendiera nada de este enigma. Al fin, apuntó algo en una libreta. Tiemblo por la versión que llegaría a Estocolmo de este rebujo folklórico-teológico.
    
Pero, sobre todo, no hay que defraudar la predisposición exultante con que ahora el mundo se acerca a nuestra fiesta. Sale el toro del chiquero. La extranjera se encoge, y aprieta el brazo de su marido. Entonces, a su lado, el nativo se pavonea con una apreciación técnica: “Manso”, “Chico”. Pero éstas son medidas nuestras. Ningún toro es chico ni manso en Dinamarca para ponerse delante de él. No se puede decir esto: como no se puede decir que no existieron la batalla de Clavijo, ni Bernardo del Carpio. Barrena el picador. Sentenciamos: “Ha matado al toro” Pero a un señor de Zurich le parece una espléndida hazaña hispánica esto de matar a un toro desde un caballo, con una lanza. Y todo culmina cuando, de pronto, sentencia el técnico descontentadizo: “Está afeitado”. El turista apunta con sus gemelos; cree que habla del torero, y sentencia: “Sí... es un gentleman”. Entonces viene la larga explicación de que hay quien corta las puntas de los cuernos; que esto lo prohibió la Dirección de Seguridad y el Consejo de Ministros lo sancionó. Esto es todavía más fuerte que lo del cardenal: hacer entender a un extranjero que el Consejo de Ministros tuviera especial empeño en que las cogidas pudieran ser más fáciles. Yo creo que algún alemán ha interpretado que, dadas las dificultades de la vida, y el exceso de población, se intentaba una medida de abastos.

    No; no puede ser esto. Hay que aprender a dialogar con los turistas en la plaza. El “Séneca” proponía una pequeña cartilla elemental de tapujos optimistas. Cuando el matador toma el estoque de madera, hay que explicar: “Antes se toreaba de muleta con el estoque de verdad. Así, si el toro lo alcanzaba, el hombre se defendía a sablazos. Ahora lo hacen con un estoquito de juguete para mayor indefensión y peligro... la raza se endurece.” Ante ciertos pares de banderillas hay que explicar rápidamente “¿Ha visto usted? Se las ha tirado. Esto se logra muy pocas veces. Además, ¿vio dónde se las puso? Desde los tiempos de Frascuelo nadie ha logrado clavar un par tan abdominal.” O bien ante ciertas estocadas:

-Fíjese, fíjese, cómo le sale la punta del estoque por abajo... No sabe usted lo difícil que es conseguir esa “suerte del imperdible”.

    Y así todo. Hay que acordarse de que manejamos el crédito nacional. Nuestro Imperio se sobrevivió mucho tiempo a crédito de fuerza, unos tercios y unos barcos que ya eran recuerdos. Hay que cuidar siempre las exportaciones. La erudición histórica podrá saber, “inter nos”, que Felipe II o el duque de Alba eran mucho menos duros que su gesto. Pero el Imperio Español se hubiera tambaleado si hablando del duque y del monarca, les decimos antaño a flamencos y alemanes:

-Mire usted, en el fondo, son unos buenos padres de familia...

LAS TAURINAS DE ABC
EDICIONES LUCA DE TENA, 2003

Imperdible de Julián López en la Beneficencia de 2011
Fíjese, fíjese, cómo le sale la punta del estoque por abajo...
 No sabe usted lo difícil que es conseguir esa "suerte del imperdible"