miércoles, 20 de junio de 2012

Monacatus

Agnus Dei
Zurbarán

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Cada día que amanece nos jugamos una bola de partido.

    Imaginamos al ministro Don De Guindos en Bruselas ofreciendo deudas a los hombres de negro como aquellos primeros moros de nuestra Santa Transición ofrecían alfombras en los bares a los oficinistas del desayuno. ¿Cuántas hijas de este tiempo de agonía cargarán en el futuro con el nombre de Angustias?
    
Y, sin embargo, no estamos tan solos en el mundo como la displicencia de Draghi y frau Merkel podría hacernos creer, que ahí tenemos la mano que ante Croacia nos echó el árbitro del System, Stark, “hooligan” de Messi.

    –Hemos pasado de pobres a ricos y todo nos parece poco –dice el señor Del Bosque.

    No sé qué idea tendrá de la riqueza el señor Del Bosque, pero la alcaldesa de Madrid ya habla de no recoger la basura a diario: en unos barrios porque desaparece sola, y en otros, porque acaso no dé ya para tanto.

    Por la basura, nos dice Alfonso Reyes, se deshace el mundo y se vuelve a hacer, y la inmensa Penélope que es Ana Botella teje y desteje su velo de átomos, polvo de la Creación, tentada de renunciar a aquel afán del aseo que comunicaba a los ánimos el contento de la virtud.

    A los espíritus más sensibles recomiendo en esta hora una huida, siquiera temporal, a San Salvador de Oña, donde la nueva muestra de las edades del hombre, “Monacatus”, el loco rapto de la soledad, para meditar sobre esa directriz benedictina de Rajoy y sus recortes:

    –Succisa virescit.
    
Con la poda, reverdece.

    Leemos en un epitafio: “Gómez, que defendió las costas españolas como Héctor las de Ilión, y su fiel esposa Urraca. Aquí contemplan cómo se pasan los fríos inviernos y las gratas primaveras y cómo nada hay durable bajo las bóvedas del cielo.”