Julio
(Primero por la izquierda, de pie)
Julio tiene en común con alguna otra multinacional española el
suministrar una emoción barata, democrática y universal
Hughes
Dada la falta de competitividad de nuestras empresas y la crisis de la
marca España, hemos de pararnos a analizar a cualquier español con
éxito. Sin duda, uno es Julio Iglesias, que hace poco
dijo algo en lo que no se ha reparado lo bastante: con un buen profesor,
afirmó, él podría cantar fandangos o seguiriyas. Lo primero es
imaginarlo en una silla de enea, con el cuello de la camisa abierto,
maullando quejíos flamencos mientras sus tres rubias le tocan las
palmas. Pasada la impresión, uno repara en que Julio podría hacerlo, que
incluso es una seria amenaza. Julio es un artista capaz de competir con
los chinos. Posee un arte manufacturero de la canción, a partir de un
estilo definido y sucinto, de corte oriental. Él reconoce –y estas cosas
no son fáciles– que tiene la voz pequeña, pero su estilo de cantar,
lindante con el susurro, se ha impuesto a notorios vozarrones. ¿Por qué?
Julio tiene en común con alguna otra multinacional española el suministrar una emoción barata, democrática y universal. Él, con su susurro, conmueve una parcela emocional que está entre lo sentimental y el sueño, una forma de cantar que limita con la nana. Es una especie de duermevela romántico. Julio es ese momento en que la mujer descansa confiada su cabeza en tu hombro a punto de dormirse, el abandono de la enamorada, incluso el relajo poscoital. Julio es el crooner susurrante.
El susurro de Julio desmusicaliza la música, como esos
instrumentos electrónicos que pueden tocarse sin saber solfeo. En el
estilo de Julio hay una facilidad genial que democratiza la canción.
Todos podemos cantar, nos dice él. Tarantos, bulerías o arias. En su
relajamiento del tempo de cada canción está la clave para su
cantabilidad universal.
Hagan la prueba. Yo llevo toda la mañana susurrando Light my fire, Satisfaction, el aria de Fígaro y una de Peret. Todo puede ser cantado con Julio, y si intento cantarlo de otro modo ya no puedo.
En los duetos es donde mejor se percibe su capacidad para imponerse.
Incluso físicamente. Cuando cantó junto a El Puma se puso de perfil y
era medio cantante contra un enorme cantante con un pelazo. Pues ganó
Julio. Ante el machismo de El Puma ganó el
perfilamiento egipcio de Julio. Su perfil perpetuo es algo primitivo y
universal, a todo el mundo le gusta lo egipcio y su moreno melanómico le
otorga la latinidad absoluta. Julio ha desarrollado más el moreno que
la voz. Ha ocupado el lugar del latin lover que dejaron Valentino y
Gardel, dando una latinidad sofisticada. En Inglaterra tenía unas
vecinas solteronas que una vez a la semana quedaban para escucharle,
entre risitas y suspiros. Ellas, simplemente, tenían “a date with
Julio”.
Su morenez ha sido su latinización y su éxito, como para Alejandro Sanz
lo fue perder el acento materno. Todo gran artista deja algo de sí.
Julio ha sufrido, en su camino al éxito, el fenómeno inverso a Michael
Jackson, una repigmentación.
-Soy del escenario, pero artista español profundo.
Julio es una gran empresa que no podrán expropiarnos.
En La Gaceta
Es una especie de
duermevela romántico. Julio es ese momento en que la mujer descansa
confiada su cabeza en tu hombro a punto de dormirse, el abandono de la
enamorada, incluso el relajo poscoital