martes, 27 de marzo de 2012

¿Andalucía? Déjalo estar...

La fiesta de la democracia

Jorge Bustos

La fiesta de la democracia tiene un problema, y es que deja la resaca de la democracia. Que se lo digan a Arenas, cuya tez osciló bruscamente del púrpura absoluto al marrón relativo según avanzaba el escrutinio. Luego sobreviene la iracundia misántropa de los votantes andaluces del PP, que explotan en la tautología consabida:

¡Tenemos lo que nos merecemos! —como si pudiera ser de otra manera.

Por su parte, los tertulianos disparan su ráfaga analítica en todas direcciones, seguros de acertar algún tiro: que si la corrupción no pasa factura cuando se reparte; que si la red clientelar es demasiado tupida; que si a Arenas le falta novedad y le sobra señoritismo; que si el reformismo del Gobierno extendió el miedo a una intemperie aún más penosa que el 30% del paro y los 400 euros del PER. Pero ni los votantes perplejos ni los tertulianos sapientes atinan con el argumento esencial que explica el inmovilismo andaluz, impasible al balanceo del péndulo histórico, opaco a los zahoríes de Génova que esperaban extraer de Andalucía el mismo azul que señorea España entera. Pero España es un misterio que no se explica así como así a no ser que seas Pemán, en cuya Meditación española hallamos la entrevista al poeta sevillano Fernando Villalón, criador de toros y de jerez, que alumbra de una vez y sin tópicos la clave mítica del volkgeist andaluz partiendo de la enología:

La elaboración del jerez es una tarea mínima y andalucísima de “dejar hacer” a la Naturaleza; tarea negativa, de pereza y descanso. El vino de Jerez se hace solo, a sí mismo, bajo los arcos húmedos y catedralicios de las bodegas, en las largas siestas de las andanas. (...) Y ese del vino de Jerez es el secreto de toda esta Andalucía que puede vivir con un poco de pan, agua y vinagre. No es que somos perezosos. Es que nos sobra el tiempo. No tenemos nada que hacer. Aquí todo lo hacen los dioses.

Con ese voto a lo malo conocido confían los andaluces en seguir llenando la escudilla con ese poco de pan, agua y vinagre para clase de tropa y marinería, más la farlopa y las putas para la escala de oficiales. “Dejar hacer”: máxima estoica, senequismo eterno que en inglés podríamos traducir por “let it be”, ese susurro de sabiduría que oía McCartney: “Y cuando la gente con el corazón roto que vive en el mundo se ponga de acuerdo, / habrá una respuesta, déjalo estar. / Porque, aunque puedan dividirse, aún verán que queda una posibilidad, / habrá una respuesta, déjalo estar...”. Y el corazón roto pero cantarín del andaluz va y lo deja estar, lo deja todo como estaba mientras todos los demás se preguntan qué mística posibilidad verán los andaluces para ponerse tan de acuerdo pero divididos del resto.

Si el campo andaluz tiene ángeles que lo aren como San Isidro, la masía catalana tiene editorialistas laicos que la identifiquen con el paraíso en la tierra.

¿Qué es el cielo? —nos preguntaba el catequista para preparar la primera comunión.

El cielo es el conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno —tarareábamos al unísono los catecúmenos, como tararean ahora en las madrasas culés el "ai quina colla" de Guardiolandia, pequeño país donde a cambio de no hacer preguntas incómodas cualquiera puede abrirse una cuenta con el Sabadell sin dejar de ser “solidario, de izquierdas”.

Mientras, el “rufianesco” líder de la Liga debe conformarse con “estrellas de hojalata” como el pobre Cristiano, que no sólo no le ha dado una patada a un bote en su vida sino que al parecer tiene ya encima a la gendarmería rastreando su influencia en la formación del adolescente Merah. Qué diferencia con Messi, de quien Cruyff sostiene –como Pereira– que “alecciona a los niños”, y habrá que hacerle caso a la vista de los números que obtienen nuestros escolares en el Informe PISA. Pero nosotros seguimos pensando que Messi, con todos sus golazos de trotón de potrero, no ha aprendido todavía a correr con el mínimo de elegancia que efectivamente serviría para familiarizar a los niños del mundo con algún forma canónica de belleza, aunque claro, qué vamos opinar nosotros, sumidos como estamos en el vórtice de la “escalada de violencia” mesetaria, portuguesa, capitalista y facha en definitiva.

Tenemos lo que nos merecemos.

La Gaceta