Ferrán Adrià / Efe
Pedro Ampudia
Pasaron Mourinho y los suyos el martes por Moscú y tras controlar un partido tosco y feo recibieron el golpe de un empate en el último minuto que me hizo sentir un poco como el Ridruejo que cantaba a los caídos en Stalingrado.
"...el paisaje era blanco y helado en torno a mi conciencia
y más realmente que mi cuerpo en los días recientes
mi alma se erguía arropada en vuestro sagrado uniforme".
Benzema cayó lesionado y Cristiano y el infravalorado Khedira pusieron el honor y la terquedad de los que hablaba el poeta. Partidos como ése los perdía el Real Madrid en otro tiempo y se veía obligado a apelar a una épica que demasiado a menudo demudaba en tragedia. Aún celebrábamos el martes la Copa del Rey de basket que ese Madrid de mormones, balcánicos y chicos de Yale había arrebatado al Barcelona en su propia casa bajo la mirada de @van_Palomaain siempre a la vanguardia del madridismo...
Hace años nos quisieron vender a Mario Sandoval como el Adrià mesetario y lo mandaron al Bocuse d'Or sin reparar en medios humanos ni materiales. El penúltimo puesto pareció más propio del Festival de Eurovisión que de la next big thing de la cocina española y el patrioterismo de algunos se lanzó a degüello contra la decisión del jurado. Ahora es a su hermano al que nos presentan como el Guardiola de Humanes. Sólo que Adrià sólo hay uno en el mundo y los Guardiolas tampoco abundan. Aquellos que tratan de asimilar a los dos catalanes poco o nada saben de la burbujeante personalidad de Ferrán y de la tremenda importancia de su trabajo. De la hipocresía, falsa humildad y doble moral del entrenador nada hay en el cocinero. "Crear es no copiar" es la divisa de Adriá, mientras que Guardiola no ha hecho otra cosa que cocinar una olla barrejada con ingredientes de Cruyff, Maturana, Bielsa y Rijkaard. El aldeanismo de Guardiola le emparentaría más con el difunto Santi Santamaría; el Pep quiere chavales de la Masia como Santi quería lubinas que recitaran a Martí i Pol. Es Mourinho al que cabría comparar con Adrià, pues es el que ha desestructurado el fútbol para ofrecérnoslo en diferentes texturas para evitarle la monotonía a nuestros paladares. Las ruedas de prensa pre-partido son las tapas, las post-partido los petit fours y los platos principales no saben siempre a lo mismo como los que prepara el Pep.
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Pasaron Mourinho y los suyos el martes por Moscú y tras controlar un partido tosco y feo recibieron el golpe de un empate en el último minuto que me hizo sentir un poco como el Ridruejo que cantaba a los caídos en Stalingrado.
"...el paisaje era blanco y helado en torno a mi conciencia
y más realmente que mi cuerpo en los días recientes
mi alma se erguía arropada en vuestro sagrado uniforme".
Benzema cayó lesionado y Cristiano y el infravalorado Khedira pusieron el honor y la terquedad de los que hablaba el poeta. Partidos como ése los perdía el Real Madrid en otro tiempo y se veía obligado a apelar a una épica que demasiado a menudo demudaba en tragedia. Aún celebrábamos el martes la Copa del Rey de basket que ese Madrid de mormones, balcánicos y chicos de Yale había arrebatado al Barcelona en su propia casa bajo la mirada de @van_Palomaain siempre a la vanguardia del madridismo...
Hace años nos quisieron vender a Mario Sandoval como el Adrià mesetario y lo mandaron al Bocuse d'Or sin reparar en medios humanos ni materiales. El penúltimo puesto pareció más propio del Festival de Eurovisión que de la next big thing de la cocina española y el patrioterismo de algunos se lanzó a degüello contra la decisión del jurado. Ahora es a su hermano al que nos presentan como el Guardiola de Humanes. Sólo que Adrià sólo hay uno en el mundo y los Guardiolas tampoco abundan. Aquellos que tratan de asimilar a los dos catalanes poco o nada saben de la burbujeante personalidad de Ferrán y de la tremenda importancia de su trabajo. De la hipocresía, falsa humildad y doble moral del entrenador nada hay en el cocinero. "Crear es no copiar" es la divisa de Adriá, mientras que Guardiola no ha hecho otra cosa que cocinar una olla barrejada con ingredientes de Cruyff, Maturana, Bielsa y Rijkaard. El aldeanismo de Guardiola le emparentaría más con el difunto Santi Santamaría; el Pep quiere chavales de la Masia como Santi quería lubinas que recitaran a Martí i Pol. Es Mourinho al que cabría comparar con Adrià, pues es el que ha desestructurado el fútbol para ofrecérnoslo en diferentes texturas para evitarle la monotonía a nuestros paladares. Las ruedas de prensa pre-partido son las tapas, las post-partido los petit fours y los platos principales no saben siempre a lo mismo como los que prepara el Pep.
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