Burgos
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Esta nueva moda española de echarse a la calle con un libro en la mano a modo de adoquín sesentayochista tiene sus efectos.
En Inglaterra, un líder ateo y el arzobispo de Canterbury, en vez de pegarse en un pub, se han metido en un aula de Oxford a discutir la existencia de Dios, como hacían en los 50 el padre Copleston y Bertrand Russell en la BBC.
El nuevo líder ateo y el viejo arzobispo carecen de la chicha intelectual de Copleston y Rusell, y vendrían a ser como un padre Apeles y un Punset que de repente acusara al padre Apeles de querer refutar a la ciencia con argumentos poéticos.
Desde luego, este líder ateo de los ingleses tiene menos lecturas de las que sus sectarios le atribuyen, y no sabe que nuestro Juan Ramón, cuando el Nobel, a la pregunta de quién era para él el mayor poeta universal, contestó: “Dios”.
Cuando el obispo Berkeley inventó el inmaterialismo, el doctor Jhonson, que era como el Ortega de su nación y de su siglo, dio una patada a una piedra y exclamó: “¡Así lo refuto!”
Con la piedra del doctor Jhonson los jóvenes españoles sólo refutan la educación primaria y la penetrabilidad de los cuerpos represivos, dejando la misión de refutar la existencia de Dios a nuestros ateneístas (perdió Dios por un voto) y a nuestros académicos, que escriben Su nombre con minúscula porque aquí no hay más inmortales que ellos.
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Abc
Esta nueva moda española de echarse a la calle con un libro en la mano a modo de adoquín sesentayochista tiene sus efectos.
En Inglaterra, un líder ateo y el arzobispo de Canterbury, en vez de pegarse en un pub, se han metido en un aula de Oxford a discutir la existencia de Dios, como hacían en los 50 el padre Copleston y Bertrand Russell en la BBC.
El nuevo líder ateo y el viejo arzobispo carecen de la chicha intelectual de Copleston y Rusell, y vendrían a ser como un padre Apeles y un Punset que de repente acusara al padre Apeles de querer refutar a la ciencia con argumentos poéticos.
Desde luego, este líder ateo de los ingleses tiene menos lecturas de las que sus sectarios le atribuyen, y no sabe que nuestro Juan Ramón, cuando el Nobel, a la pregunta de quién era para él el mayor poeta universal, contestó: “Dios”.
Cuando el obispo Berkeley inventó el inmaterialismo, el doctor Jhonson, que era como el Ortega de su nación y de su siglo, dio una patada a una piedra y exclamó: “¡Así lo refuto!”
Con la piedra del doctor Jhonson los jóvenes españoles sólo refutan la educación primaria y la penetrabilidad de los cuerpos represivos, dejando la misión de refutar la existencia de Dios a nuestros ateneístas (perdió Dios por un voto) y a nuestros académicos, que escriben Su nombre con minúscula porque aquí no hay más inmortales que ellos.
Que el espíritu diletante mate el rato en Oxford discutiendo la existencia divina mientras al lado abortan a los niños no deseados por su sexo nos acerca el aviso de Gómez Dávila de que nuestra única esperanza está en la injusticia de Dios.
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