miércoles, 21 de abril de 2010

ME VOY A VER AL CID

Bilbao, 2007. El Cid, tras desorejar al quinto

[Y sin leyenda, es el torero más puro de estos momentos. El Cid y el toro duro, los victorinos sobre los que ha alzado su épica a menudo genial. Celebro la onda expansiva de mi quite sobre el tomasismo (subversión) y el tomismo (religión). Aún queda tela que cortar. Mientras, justicia para El Cid: tarde grande con seis victorinos de mucho respeto; El Cid sin leyenda, sin intelectuales cortesanos ni carisma. Boceto para un posible mito: El Cid, torero maldito, la moral alta del perdedor genial; miedo al triunfo. Y, pese a todo, en la cumbre.- Javier Villán]


José Ramón Márquez

Ahora, dentro de un ratito, me iré a la estación de Atocha a coger el AVE para Sevilla. Voy a ver a El Cid. Conmigo viajan también la tarde de los victorinos de 2004 en Madrid, el Domingo de Resurrección de 2005 y los victorinos de Sevilla de aquel año; la faena al toro Guitarrero de Hernández Pla; la tarde de los victorinos de Madrid y la faena al samuel en la Beneficencia de aquel año. Y también vienen los alcurrucenes de 2006 y los victorinos y la Beneficencia que estropeó con la espada, y los seis toros de Sevilla y los victorinos de Sevilla y de Madrid en 2007. (Más los seis de Bilbao). Viajan esas cosas y muchas más que no pongo por no aburrir. Conmigo se viene la afición insobornable que tengo al toreo que se explica por sí solo: al toreo de hombres que se hace de arriba hacia abajo y de afuera hacia adentro; al torero que se basa en los cuatro pilares que aprendimos de niños, cuando casi todos eran así, y que mantenemos de viejos , cuando casi ninguno es así. El toreo que se hace a base de parar, templar, mandar y cargar la suerte a toros, no a monas. Lástima para los que nunca lo hayan visto. Baldón y oprobio para los que, conociéndolo, quieren hacen ver como buenas las detestables formas modernas. Aunque sean con Puertas del Príncipe.