José Ramón Márquez
El otro día, en el chat de Mundotoro, Juli (Porte du Prince) responde así a una pregunta:
-Hombre, sinceramente hay ganaderías que sí que voy a matar y que son del gusto de ese público. He matado también alguna de Miura, pero bueno, creo que para el toreo que yo hago, que ha sido una evolución muy difícil y muy sacrificada para mí, hay que buscar el toro que te permita hacerlo. El otro toro, me creo capaz de matarlo, pero una cosa es matarlo y otra hacer el toreo que la gente está esperando ahora de mí.
Efectivamente, Julián mató y banderilleó a un Miura en Linares, corrida en la que actuó en solitario en el año 2003 y tres años más tarde, el 20 de julio, se anunció en Valencia junto con Uceda Leal y Dávila Miura para matar sin pena ni gloria otra corrida de la A con asas. Si a eso añadimos las seis de victorino que ha matado entre 2000 y 2006, pues ya tenemos pintada la dimensión épica del torero que, como bien dice, basa su estilo en buscar el toro que te permita hacerlo, o sea: Jandilla, Ana Mª Bohórquez, Cuvillo, Torrestrella, Juampedro, Daniel Ruiz, Victoriano del Río, Fuente Ymbro, Santiago Domecq, Torrealta, Zalduendo, Domingo Hernández, Daniel Ruiz, Jandilla, El Torero, Mari Camacho, Santiago Domecq, Parladé...
¿Y en qué se basa ese estilo que precisa de animales tan concretos para que pueda ser desarrollado? Pues es una pregunta que no sé si es fácil de responder. Haciendo una simplificación, diremos que lo que él le pide al toro es, o bien que sea tonto y que se mueva, o bien que sea tonto y se pare, sin más. El primer caso es el que le sirve para sus grandes triunfos, y el segundo, el que le sirve para estar ‘importante’, que son los dos polos entre los que se mueve su fecunda carrera. Lo del toro en movimiento no es baladí, pues creo que ésa es la auténtica revolución julista, dado que en su modo de torear lo importante es que el animal permanezca siempre en movimiento, perpetuum mobile, que los muletazos se cosan unos a otros y que el conjunto -como esas bailarinas que había antaño en los joyeros de las señoras- permanezca dando vueltas mientras le dure la cuerda.
Para los que en el toreo buscamos en el dominio el sentido de la lidia, este juego de amaestramiento hecho de pases rectilíneos sin fin y sin motivo no pueden tener menos interés. Para los que somos partidarios del ‘toreo de inclusión’ del que hablaba el gran Pepe Alameda, este toreo de ida y vuelta sin otra finalidad que tener al animal en movimiento no puede sernos más extraño y desagradable a la vista. Pero también para los que en el toreo buscamos la estética -me refiero a la estética de los toreros machos, no a esas memeces del arte-, no puede haber algo de menos interés que esa figura descompuesta de piernas abiertas, yo diría que tan falta de naturalidad.
Cuando este chico andaba por México de novillero se oía aquí hablar mucho de él. Se presentó en Madrid con una novillada muy seleccionada unos días antes de tomar la alternativa. Por cómo nos le habían cantado los revistosos del puchero, aquel día esperábamos encontrarnos con la reencarnación de Gallito, pero lo que en verdad nos encontramos, otro indeseado chapuzón de realidad, fue la vulgaridad, la bastedad y el destoreo, que son los rasgos que le han acompañado hasta el día de hoy.
Por eso es que pueden cantarle como quieran los críticos, el público y los aficionados; pueden encumbrarle como les plazca, darle orejas, rabos y patas, le pueden poner una estatua en Sevilla junto a la de Manolo Vázquez o encima del Giraldillo, o incluso pueden proponer al Papa que lo eleve a los altares, pero yo digo que el torero Julián López, comparado con los buenos toreros, es muy malo. Y eso, quien lo probó lo sabe.
El otro día, en el chat de Mundotoro, Juli (Porte du Prince) responde así a una pregunta:
-Hombre, sinceramente hay ganaderías que sí que voy a matar y que son del gusto de ese público. He matado también alguna de Miura, pero bueno, creo que para el toreo que yo hago, que ha sido una evolución muy difícil y muy sacrificada para mí, hay que buscar el toro que te permita hacerlo. El otro toro, me creo capaz de matarlo, pero una cosa es matarlo y otra hacer el toreo que la gente está esperando ahora de mí.
Efectivamente, Julián mató y banderilleó a un Miura en Linares, corrida en la que actuó en solitario en el año 2003 y tres años más tarde, el 20 de julio, se anunció en Valencia junto con Uceda Leal y Dávila Miura para matar sin pena ni gloria otra corrida de la A con asas. Si a eso añadimos las seis de victorino que ha matado entre 2000 y 2006, pues ya tenemos pintada la dimensión épica del torero que, como bien dice, basa su estilo en buscar el toro que te permita hacerlo, o sea: Jandilla, Ana Mª Bohórquez, Cuvillo, Torrestrella, Juampedro, Daniel Ruiz, Victoriano del Río, Fuente Ymbro, Santiago Domecq, Torrealta, Zalduendo, Domingo Hernández, Daniel Ruiz, Jandilla, El Torero, Mari Camacho, Santiago Domecq, Parladé...
¿Y en qué se basa ese estilo que precisa de animales tan concretos para que pueda ser desarrollado? Pues es una pregunta que no sé si es fácil de responder. Haciendo una simplificación, diremos que lo que él le pide al toro es, o bien que sea tonto y que se mueva, o bien que sea tonto y se pare, sin más. El primer caso es el que le sirve para sus grandes triunfos, y el segundo, el que le sirve para estar ‘importante’, que son los dos polos entre los que se mueve su fecunda carrera. Lo del toro en movimiento no es baladí, pues creo que ésa es la auténtica revolución julista, dado que en su modo de torear lo importante es que el animal permanezca siempre en movimiento, perpetuum mobile, que los muletazos se cosan unos a otros y que el conjunto -como esas bailarinas que había antaño en los joyeros de las señoras- permanezca dando vueltas mientras le dure la cuerda.
Para los que en el toreo buscamos en el dominio el sentido de la lidia, este juego de amaestramiento hecho de pases rectilíneos sin fin y sin motivo no pueden tener menos interés. Para los que somos partidarios del ‘toreo de inclusión’ del que hablaba el gran Pepe Alameda, este toreo de ida y vuelta sin otra finalidad que tener al animal en movimiento no puede sernos más extraño y desagradable a la vista. Pero también para los que en el toreo buscamos la estética -me refiero a la estética de los toreros machos, no a esas memeces del arte-, no puede haber algo de menos interés que esa figura descompuesta de piernas abiertas, yo diría que tan falta de naturalidad.
Cuando este chico andaba por México de novillero se oía aquí hablar mucho de él. Se presentó en Madrid con una novillada muy seleccionada unos días antes de tomar la alternativa. Por cómo nos le habían cantado los revistosos del puchero, aquel día esperábamos encontrarnos con la reencarnación de Gallito, pero lo que en verdad nos encontramos, otro indeseado chapuzón de realidad, fue la vulgaridad, la bastedad y el destoreo, que son los rasgos que le han acompañado hasta el día de hoy.
Por eso es que pueden cantarle como quieran los críticos, el público y los aficionados; pueden encumbrarle como les plazca, darle orejas, rabos y patas, le pueden poner una estatua en Sevilla junto a la de Manolo Vázquez o encima del Giraldillo, o incluso pueden proponer al Papa que lo eleve a los altares, pero yo digo que el torero Julián López, comparado con los buenos toreros, es muy malo. Y eso, quien lo probó lo sabe.