sábado, 21 de noviembre de 2009

NOVIEMBRE



Por Agustín de Foxá
Stella, Madrid, noviembre de 1952

Noviembre tiene su sonata. Si abril es clásico, con friso de sonrosadas doncellas y lilas con rocío, noviembre tiene un romanticismo de litografía desvanecida y bruma de bosque.

En noviembre braman los venados de San Humberto con la pálida cruz de madrugada entre las astas; y las corzas en celo asoman sus ojos de fiebre a los arroyos ya inmovilizados en sus bordes por el hielo; ya se han sumido los hormigueros con sus calientes galerías, donde se almacenan las alas empolvadas de las mariposas.

Es tiempo de alegres amazonas, con fino cuchillo montero sobre la gamuza del pantalón. Se dice que noviembre es triste porque hay en él la melancolía de las hojas cayendo en los paseos de los parques. Pero lo han entristecido demasiado los poetas del siglo XIX.

El otoño es multicolor y llena de variedad de tonos a los árboles. En él pasa la savia y las cortezas están llenas de futuras mariposas. Tiene esa gran hermosura. La de ser promesa.

Para noviembre las grandes cacerías, los festines, las fogatas del bosque y el amor.

Noviembre da a las olas una luz fría.

Hay horóscopos que dicen que es un mes de traiciones y naufragios.

Las rosas de noviembre tienen una anemia de estufas; pero el hogar está más lleno de ternura y son más fabulosos los castillos agigantados en la niebla.