martes, 12 de julio de 2022

Váyase, señor Sánchez


Dr. Johnson

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Un humanista recuerda un capítulo que hacía leer a sus amigos el Dr. Johnson, de un libro titulado “Historia natural de Islandia”, y que Johnson decía que era conveniente aprenderse de memoria aquel capítulo, porque consistía en una sola frase: “No hay serpientes”.
    

En una Historia política de España, la frase de ese capítulo sería “No hay vergüenza”.


    –No hubo confinamiento –dice Sánchez en la peluquería de Ferreras.
    

Sánchez también ha dicho que la inflación española es culpa de Putin, aunque Powell, el de la Reserva Federal, culpa de la inflación americana… ¡a los no vacunados!, para satisfacción de los grandes filósofos españoles, partidarios de aplicarles el Código Penal, previa exclusión de la Seguridad Social.
    

Como en España la democracia no es un sistema para echar al gobernante, sino una superstición según la cual, cuando el gobernante se va, viene la democracia que nunca llega, a la gente la han puesto a rezar el responso del “¡Váyase, señor Sánchez!”, una aznaridad (“¡Váyase, señor González!”) que vengo oyendo toda la vida.
    

Que se vaya Franco para que venga la democracia. Calvo Serer, del “Madrid”, escribió en el 68 su “Retirarse a tiempo: no al general De Gaulle”, que iba por Franco, pero Franco no se retiró, y cuando murió, vino Suárez, un Pavía entrando a caballo en las Cortes, a ojos del hermano de Juan Guerra. Suárez dimitió “para no ser un paréntesis democrático” (nunca dijo quién lo echaba), y vino Gonzalón, hoy dominicano y mártir de la Memoria Democrática de Bildu. Con Gonzalón, que hacía imposible la democracia, acabó el “sindicato del crimen” (así lo llamó Cebrián), y llegó Aznarín (Umbral), que puso los pies en la mesa de Bush para pegarle fuego a Iraq, decisión que afectó a la democracia menos que la de casar a la hija en El Escorial, que qué espectáculo: si queríamos democracia, debía irse Aznar. Y porque asomaba los pies bajo una cortina, como las legiones ungieron a Claudio, las elites ungieron a Zapatero, magnífico ejemplar del “survival of the fittes” spenceriano. ¿Y la democracia? Cuando gane Rajoy, el Mariano de las fábulas, que ganó, sólo que los catalanes le merendaron la cena, con lo cual las elites, para traer la democracia que Rajoy hacía inviable, tuvieron que acudir a los bajos fondos del sistema en busca de un director del Boe (en España la Constitución es el Boe) a la altura de las elites, Sánchez, que hizo suya la declaración de Jacobo I a su primer Parlamento:
    

Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Yo soy el marido, y toda la isla es mi esposa en derecho; yo soy la cabeza, y ella es mi cuerpo; yo soy el pastor, y ella es mi rebaño.
    

Sánchez, pues, es España, merced a una Constitución que es un holograma y que le permite mandar en España con el mismo control que Kim Jong-un en Corea del Norte, sin que un solo juez levante una ceja. “Pone en peligro la democracia”, dicen las brujas de Macbeth. Al fondo, Feijoo y su Santa Compaña, que, por la secuencia histórica, harán bueno a Sánchez.

[Martes, 5 de Julio]