viernes, 29 de julio de 2022

El caso Cromwell


 

Cromwell en Westminster

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Una ley Vyshinski de Censura Democrática en un país de tertulianos te hace pensar de los españoles lo que Mirabeau pensaba de los franceses en una carta a Sieyes:


    –Notre nation de singes à larynx de perroquets! (¡Nuestra nación  de monos con laringe de cotorras!)
    

Bendito Brexit, que permite a los ingleses prescindir de uno de los grandes valores de la UE, la censura democrática (es decir, comunista), consagrada en leyes persecutoras de opiniones en sus países miembros.
    

Veamos el caso de Cromwell, protector/dictador de Inglaterra (un “sauveur” contra la anarquía) y promotor de la hostilidad suprema en la Edad Moderna con su odio a los españoles (por encima del odio al francés de Von Stein o del odio al burgués de Lenin), con su discurso de 1656:
    

“Why, truly, your great Enemy is the Spaniard”. Es un enemigo natural. El español es vuestro enemigo, su “enemity is put into him by God”. Él es “the natural enemy, the providential enemy”, y quien lo tiene por un “enemigo accidental” es que no conoce las Escrituras.
    

Una piedrecilla en su próstata cambió la historia inglesa. Su cuerpo fue exhumado de la abadía de Westminter, sujeto a ejecución póstuma y destazado. Hoy tiene estatua en la Cámara de los Comunes, frente a un busto de Carlos I, al otro lado de la calle.
    

Jacob Burckhardt resumió lo que los ingleses piensan de Cromwell, nacido para mandar: los que creen que sirven mejor a la nación si ponen al personaje por las nubes, obviando “ciertos puntos débiles” (su “pisoteo de los sentimientos liberales”); los que lo ven como un espíritu básicamente pío (César no se creía obligado a dirigir sermones a sus soldados); los que reconocen al hipócrita y cazacoronas que había en él, mas como no pueden negarle talento y liderazgo la toman contra los ingleses de la época; los que lo explican como un personaje terrible en el sentido de que destruye lo que algún día podría interponerse en su camino, de Carlos I a los irlandeses…
    

El suyo fue un régimen que, sin duda, durante muchos años ofendió todos los días y de manera letal las convicciones y en especial los gustos de innumerables personas, pero fue un régimen bajo el cual la gente podía vivir y hacer negocios.
    

Para Burckhardt, compañero de pupitre de Nietzsche, lo malo de juzgar a Cromwell son nuestras visiones de café, a base de imaginación e impaciencia: Cromwell, que por sobre todas las cosas quería gobernar, trató de hacérselo entender a la nación de varias maneras, pero su verdadero punto débil era que todo dependía y recaía sobre su propia persona. Para Inglaterra es de vital importancia considerarlo “como un hombre genial, mítico, portentoso, porque es demasiado humillante cuando se reconoce al Cromwell real”. Bajo su mandato el “Estado inglés” fue más poderoso de lo que nunca había sido, opinión que los ingleses, gracias al Brexit, pueden manifestar hoy sin la amenaza europea de que un comisario (fascista/comunista/liberalio) les robe 150.000 libras a la salud de... ¡la Democracia!

[Viernes, 22 de Julio]