lunes, 11 de julio de 2022

La estrella errante

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Pudo ser el Mirlo Blanco (el blanco era el color de los trajes en todos los actos religiosos de la antigüedad) que Florentino Pérez andaba buscando, pero, cuando todo parecía hecho, apareció eso que Cruyff llamaba El Entorno, un coro peticionario de amigos y parientes que pedían como alemanes cantando y que el Madrid se negó a atender, y allí estaba el Barcelona para llevárselo.
    

Venía el Madrid del gatillazo de Robinho, cuyo fichaje arregló un verano al periodismo deportivo. Robinho era una especie de Panamá Al Brown, pero sin Cocteau en el trasnoche, y lo recomendaba Pelé. Debutó en Cádiz, como Butragueño, y como Butragueño hizo en el Carranza jerebeques con el balón que desataron la euforia madridista. Ito, Butragueño y Robinho, la ristra de ajos del gambeteo blanco (Juan Gómez fue otra historia). Pero ni Ito, ni Butragueño ni Robinho daban en el Madrid para una Champions.
    

Desengáñate, los toros son marketing y glamour –acostumbraba decir Salvador Boix, un músico catalán de flauta travesera que llevaba las cosas de José Tomás.
    

Bueno, pues el fútbol también fue, por influencia culé, un negocio de marketing y glamour, y así surgió en el firmamento la figura de Neymar, futbolero brasileño que regateando en la plaza del mercado se convirtió en el fichaje más caro de la historia del fútbol cuando el PSG catarí lo sacó del Barcelona para hacer de él un Don Nadie.
    

Aquí yace Piron, que no fue nada, ni siquiera académico –es el epitafio de Alexis Piron, un satírico de la capital de la mostaza que le daba al epigrama.
    

A expensas de que vuelva de Catar con un Mundial bajo el brazo, Neymar no ha sido nada, ni siquiera Balón de Oro: este verano el PSG lo ha puesto en circulación, y no hay bofetadas a la vista por contratarlo. Es la estrella errante (póngale música quien se vea con la voz de Lee Marvin): “Yo nací bajo su luz fugaz / Voy por las llanuras caminando sin cesar / Largo es el camino de mi triste soledad / Yo no tuve nunca un hogar donde llegar / Y no sé si al fin lo voy a encontrar”… De no hallar un comprador, el tranvía pasa automáticamente a ser propiedad del PSG durante otros cinco años.

 ¿Y el Madrid? El Madrid encontró a su mirlo blanco en Vinicius, con el mérito de haberlo sabido ver cuando todos se mofaban de él. Aun así, y teniendo en cuenta que nada hay en la Historia carente de sentido, es posible que el petardazo de Neymar sea el petardazo que espera al fútbol al final del camino; Neymar como meteorito, o resto de estrella, que se nos echa encima para limpiar el planeta de dinosaurios y dar paso a otra raza astuta y mala, como la nuestra, que reinvente el mundo haciéndolo suyo.
    

En verano la capital del fútbol se establece en Ibiza, la isla de Matutes, que fue medio centro del Español, y de Paco Jémez, que entrena al equipo local, y antes, de José Antonio Camacho, que fue de los primeros en tener casa bajo las sabinas, como Ángel Nieto o Zidane. En el quiosco de Es Cubells tengo visto a Jürgen Klopp, entrenador del Liverpool, comiendo raones (salmonetes con cara de loro) como si Salah y Mané se los fueran a quitar, es decir, como si el mundo se fuera a acabar.
    

Ésta, desde luego, no es la Ibiza de Hormigo fumando pota en las veladas de Port d’es Torrent, cuando Pink Floyd amenizaba las atardecidas de Es Caná y te ibas de casa dejando la puerta abierta de par en par para hacer corriente y encontrar la estancia fresca al regresar. Ni siquiera es la de Locomía. Ahora sales a cenar y compartes restaurante con Messi untando platos que llevan su nombre, o con Xavi y Lewandowski en pleno cortejo:
    

Tengo muchas ganas de entrenar contigo, Xavi –ha trascendido del intercambio de miradas entre el ex cerebro de España y el golero polaco, que ya va teniendo una edad, como se decía de Enrique Ponce. Ir teniendo una edad es esa edad en que uno, al ver a Xavi, se arranca a cantar como Alejandro Fernández: “Quiero apagar en tus labios la sed de mi alma / y descubrir el amor juntos cada mañana / hoy tengo ganas de ti, hoy tengo ganas de ti”…


    Es esa parte sentimental del fútbol que hace decir a Alfonso Pérez en Barcelona que él fue culé desde pequeñito, como dirá Lewandowski, cuando firme, que él es culé desde viejito (cumple ahora 34). Y firmará, porque el Barcelona, y esto lo dice Koeman, que les dio de una patada la única Champions ganada en buena lid, “vive del pasado, del 4-3-3, del tiki-taka, y el fútbol ha cambiado: ahora es más rápido, más físico”. Dicho lo cual salió en las redes la foto de los Simeone, padre e hijo, jugando al ajedrez sin rey, “igual que juega al fútbol sin delantero”.




EL CEO DEL CITY


    El Ceo del City se llama Soriano, es catalán, presume de humilde (“a humilde a mí no me gana nadie”, dijo una vez Zapatero en el Congreso) por ser hijo de pollero y peluquera, datos que destaca la Wikipedia, y para salvar el antifonario ante sus jefes dice que el Madrid gana por suerte (el City, que pierde, lo haría por talento): “El Madrid mereció perder con el PSG, con el Chelsea, con el City y con el Liverpool”. Sin embargo, ganó a los cuatro. Se ve que Soriano no ha oído hablar de los Virtuosos Imbéciles que perdieron a Luis XVI. Y sus jefes tampoco. Napoleón sólo aguantaba a sus generales mientras los acompañaba la suerte.

[Lunes, 4 de Julio]