jueves, 22 de octubre de 2020

La presión

 

Kimmich

Francisco Javier Gómez Izquierdo

         La presión sobre el contrario es el primer mandamiento que todo equipo de fútbol con ínfulas, lo mismo da mayores que menores, ha de entrenar con una aplicación e intensidad que no ha de bajar de la calificación de notable. La presión de aquel Milán de Sacchi, protegido por centuriones irrepetibles, Baresi, Maldini, Tassoti... que no permitían la circulación en área propia ni molestar a Giovanni Galli, un guardameta del que nadie se acuerda porque sus intervenciones fueron casi por compromisos del oficio, quedó grabada a fuego en el catecismo del fútbol que siguió y consumimos. Cruyff juntaba “peloteros” pero llenaba el campo de medios para gobernar los partidos; los años de oro culés tuvieron sus delanteros molestones -ninguno como Eto’o- que entorpecía las maniobras rivales y facilitaban robar balones muy lejos de casa. Klopp con el Borussia y el Liverpool, el gratuitamente maltratado Mourinho por su robar y salir como centellas o las variantes de los mejores entrenadores españoles, Luis, Emery, Rafa Benítez..., este Lopetegui que quizás se ha equivocado en decisiones personales (¡nadie me quita que con él podríamos haber ganado el Mundial de Rusia!), pero que está entre lo mejorcito de los técnicos europeos, nos enseñan que la presión es pilar fundamental en la construcción de un equipo.
       
El pilar en el fútbol a veces pasa desapercibido al aficionado despistado, pero los técnicos, cuando salen a espiar suelen buscarlo en defensa por ser desde allí donde “el pilar” vocea, bracea, reniega y en definitiva, manda. Koeman, de jugador, era el mandón desde retaguardia a pesar de su lentitud y aparente fragilidad. Hierro era otro, Puyol mandaba más que Messi en el campo, y por más que Messi y Cristiano sean determinantes por sí mismos no es menos cierto que la base de su éxito empieza en lo que otros hacen atrás.
      
El mejor equipo de fútbol, hoy, es el Bayern. Con mucha diferencia. Lo es por cómo presiona. Por lo fácil que lo hace y lo bien que le sale. No necesita enamorar con su fútbol. Te agobia, te quita el balón en tu campo y se fija en décimas de segundo en el más despistado de tu equipo. El más listo del Bayern de Múnich es Kimmich que es futbolista que vale para todo y además tiene una autoridad genética que no necesita vocearla. Se nota nada más verlo andar y sobre todo actuar. “Atento Coman, siempre detrás de Tripier, y mírame...” parecía decirnos ayer en una demostración estremecedora de lo que está por venir. El Bayern huele al Milán de los 80 y ni en Francia, Inglaterra, España o Italia parece que haya contestación. Lo que pasó el Atlético en Munich parece peaje obligado para todos los clubes de Europa.
     
Los equipos españoles, temidos hasta ayer y que no parecen contar como favoritos hoy, se asomaron a la Champions con un aire decadente que entristece. El Real Madrid, indolente, vago y como ausente notó en demasía el “pilar” que resulta que es Ramos; Zidane no explicó a sus pupilos los mínimos fundamentos de la presión sobre el contrario y quizás su flor empiece a marchitarse ó mejor, ahogarse con las primeras lluvias de este 20 catastrófico. El Barça goleó al Ferencvaros, Cenicienta de esta Champions, con un 5/1 engañoso que quiere disimular sin conseguirlo la poca aplicación en las tareas defensivas. Le llegan mucho al Barça. Demasiado.
      
La noche más decorosa la tuvo el Sevilla en la que faltó Koundé, “pilar” fundamental de un equipo al que ves cómo sufre en cada partido, pero del que esperas que sus esfuerzos tengan éxito. El Sevilla es el único que le ha plantado cara al Bayern. Con mucho sufrimiento, es verdad, pero ante al Bayern no cabe otra cosa, sino sufrir y casi seguro, perder. Ganar fácil -entre los aristócratas de siempre-, hoy sólo está al alcance de los hombres de Flick.