jueves, 10 de septiembre de 2020

Pésames

 

Nino Manfredi en El verdugo


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Para poder asomarse a lo que pasa, hay que volver a recordar el chiste de abogados con que Ronald Reagan nombró a Edward Meese secretario de Justicia:
    

–¿Sabes por qué utilizan abogados en vez de ratones en los laboratorios? Primero, porque hay casi tantos como ratones; segundo, porque ningún científico llega a encariñarse con ellos; y tercero, porque hay cosas que los ratones se niegan a hacer.
   

En España preside el gobierno un tipo sororo (de Soros, no del Opus) y capaz de hacer algo que no haría cualquier abogado: dar públicamente su pésame por el suicidio de un presidiario etarra. Quienes lo escogieran, lo escogieron bien, pues lo que se va a hacer con España es para tipos como Sánchez, animados por dos únicas fuerzas: su afán de poder y su narcisismo. Su gobierno es un cesto de huevos Kinder, pero sin sorpresa, con arreglo a la ley de las expectativas: todos los que abres contienen un narcisista, y no precisamente kantiano.
    

De Kant a estos sólo les suena la “Ética de la razón pura” (sic), y eso Pablemos, un narciso cargado de espaldas (¡el peso de la púrpura!) que vive sólo para su imagen, que ahora es la de un Tino Casal “pisao” por un caballo y con un nido de golondrina (¡un suflé de Anasagasti!) en el occipucio. ¡Las golondrinas kantianas!
    

En los 80 me impresionó mucho una tercera de Rof Carballo, “Kant y las golondrinas”, que por la vía psicosomática nos ayuda a entender este otoño que se nos echa encima: Kant ve caer de un nido próximo (¿quién se sienta al lado del vicepresidente en el consejo?), despedazadas por su propia madre, las crías de la golondrina, muertas, porque no las puede alimentar.


    –Su vida ha sido sólo un fragmento que nos hacía desear el resto, del cual nos ha privado una muerte prematura –escribió Kant a la madre de un joven caballero muerto, pésame que ponemos al alcance de Sánchez para que mejore los que le escribe para los etarras Iván Redondo, tan catetos, como pensados para Nino Manfredi en “El verdugo”.