lunes, 7 de enero de 2019

Los juanetes de Sun Tzu

Faye Dunaway



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El Madrid se va por el escotillón de la Liga de la mano de Solari, el entrenador que decidió tapar el socavón de Cristiano Ronaldo con un tal Lucas Vázquez.

    Detengámonos un momento en “El arte de la guerra” de Sun Tzu: “Cuando tus fuerzas sean diez veces superiores a las del adversario, rodéalo; cuando sean cinco veces superiores, atácalo; cuando sean el doble de las suyas, divídelo. Si vuestras fuerzas son iguales en número, lucha si puedes. Si tus fuerzas son numéricamente inferiores, sé capaz de batirte en retirada. Y si en todos los factores son desiguales, has de ser capaz de eludirle, pues unas fuerzas reducidas no son más que botín para otras más poderosas”. He aquí la navaja de Ockham que antes de Ockham inventó Sun Tzu para la guerra.
    
Sun Tzu fue un general filósofo, y estas cuatro cosas que dijo son cuanto habría de saber un entrenador de fútbol para ejercer su oficio. Y, sin embargo, es lo que menos cuenta a la hora de firmar contratos. Por eso los entrenadores tienden a embrollar en vez de a simplificar.
    
En la Premier se jugaba el fútbol más simple del mundo, un fútbol de navaja de Ockham.
    
A muchos ingleses la cabeza humana les parece demasiado exuberante –escribe Santayana para llevarnos a su discurrir favorito–. Con su abundancia de palabras y de ideas superfluas, se vuelve periódicamente ardiente y confusa, de modo que necesita un corte y una limpieza completos. Para ese fin inventó Guillermo de Ockham hace mucho tiempo su navaja: “entia non multiplicanda praeter necessitatem” (no deben multiplicarse las entidades innecesariamente), una máxima lista para afeitar bien al hombre interior británico y hacer de él un cabeza redonda, por no decir un cabeza dura.
    
Pero aquel fútbol, al embrollarse, se acabó, y en la Premier hoy se habla más de entrenadores que de futbolistas. Parece un problema de egos: cuando hay gato, los ratones no se divierten, y su forma de protestar es golpear el balón con los juanetes hasta que echen al gato. Los futbolistas tienen juanetes de pasarse la vida pegando puntapiés a un cuero, y por eso no suelen hacerse fotos con los pies desnudos, pues nos parecerían como de ibis.

    El entrenador en activo (y en el paro) más famoso de la Premier es Mourinho, que llegó a Inglaterra como un Ockham con don de lenguas, “The Special One”. La perfección de su filo la vimos en el Madrid, y con extremos que no eran Bale y Ribéry, sino Callejón y Pedro León. Nunca había sido tan veloz el fútbol. Ahora lo han despedido del United porque le pedían ser campeón con Pogba, un futbolista que en Manchester siempre ha jugado con los juanetes, lo cual, unido a su escasa comprensión de las reglas de Sun Tzu, hacían de él un bulto sospechoso en la alineación. El otro bulto sospechoso era Lukaku, un delantero que por culpa seguramente de los juanetes tiene que apuntar al banderín de córner para dirigir el remate a portería, o a la portería para dirigir el balón al banderín de córner. A Mourinho, que en semejantes condiciones consiguió clasificar al United para los octavos de la Champions, lo reemplazó Solskjaer, que lleva cinco victorias consecutivas por el simple procedimiento de caerle bien a Pogba, que ahora, en vez de pegarle al balón con el juanete, le pega con el empeine, y mete gol.

    –¡Y la posesión! –me apunta mi vecino de asiento.
Solskjaer, en efecto, ha devuelto al United la posesión, todas esas palabras e ideas superfluas que sólo sirven para confundir las cabezas, razón por la cual gozan de tan buena prensa. Tú posees, y al final, si le das con el empeine ganas, pero si le das con el juanete palmas.
    
También en Inglaterra el apóstol de la posesión sigue siendo Guardiola, que adornó su victoria ante el Liverpool con aspavientos de poseso, cosa que no ha gustado nada a los “beefeater” de la tradición británica. Que Solskjaer derrotara al Reading y que Guardiola hiciera lo propio con el Liverpool a base de posesión hace que en Madrid se vuelva a pensar en un entrenador que garantice posesión, pero menos, alguien mitad Guardiola y mitad Solskjaer, lo que nos aleja de los limones energéticos de Pochettino y nos acerca a la escuela de Juanma Lillo, pues Solari, luego de lo de Villarreal y la Real, vuelve a ser un lúser que recurre a la titularidad de Vinicius en señal de superstición.
    
Total, que en esta época los entrenadores están en manos de los juanetes (es un juego retórico: Faye Dunaway llevaba los juanetes en la cara) de los futbolistas: los futbolistas del Madrid acostumbran disparar con el empeine en la Champions, pero con los juanetes en la Liga. Pensemos en el remate de Lucas Vázquez en Villarreal o en su centro al área de la Real que terminó en vicegol. Hablamos del futbolista en el que Solari ve al sustituto natural de Cristiano Ronaldo.




EL NOBEL DE INFANTINO

    El presidente de la Fifa quiere el Nobel de la Paz para su Fifa. ¡La Fifa de la Paz! Impagable. No está tan loco Infantino: después de todo, ese Nobel también lo tiene Obama, que nos dejó el Isis. Infantino conoce el punto “G” progre y juega a jugar con el muro de Trump por el Mundial Canadá-Usa-México, más el Mundial España-Marruecos-Portugal. Pero con Infantino los del Nobel se pueden llevar la misma trompada que se llevaron con Obama, según ha reconocido en sus memorias Lundestad, enredador de la piñata noruega. El comité pensaba dar un pelotazo, y resulta que “incluso muchos de los partidarios de Obama creyeron que el premio fue un error”
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