Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El sistema carolingio consistía en la autoridad conjunta del obispo y del conde, pero controlados por el soberano. O sea, Sistach, Mas y Pujol.
A Rajoy, que fue a Barcelona a presumir de pluma (“La Mayor Pluma”, llamó a Cervantes, catalán, ay, de la familia Servent, de Xixona, que escribió el Quijote en la lengua de Pepe Ramoneda y que en “Madrit” da su nombre a un osario del Barrio de las Letras y a una piñata ministerial que derrama sus chuches sobre el cráneo privilegiado de Juanito Goytisolo), respondió Mas (a más a más) recordando que él es el presidente ¡129! de la Generalidad, pues su cordón umbilical es... carolingio.
¡Los catalanes tienen ombligo!
Si el debate más serio del darwinismo fue si Adán tenía o no ombligo, el debate más serio del nacionalismo es si lo tienen o no los catalanes, zanjado por Mas (a más a más) abriéndose la camisa ante Rajoy para mostrarnos el suyo, con pelusillas (“los dos tortolitos hicieron su nido pajita a pajita”, dijo el poeta) de San Pedro de Rodas.
San Pedro de Rodas es un monasterio benedictino del Alto Ampurdán restaurado tras el hallazgo de un maletín (¡el Maletín!) con al menos un tres por ciento de las reliquias del apóstol Pedro.
Camba habla de un catalán que conoció en la basílica de San Pedro: estaban bajo la cúpula, con la boca abierta de admiración, cuando el catalán dijo:
–Mire, mire. ¡Qué casualidad! Yo no sabía que aquí hablaban del Tibidabo…
Y apuntaba con el dedo al friso de la cúpula: “Tu est Petrus et super hanc petram aedificabo ecclesiam meam, et tibi dabo claves regni caelorum…” Etcétera.
A San Pedro de Rodas acudieron en los noventa unos arsuagas del nacionalismo a excavar en busca de ombligos carolingios. Pagaba la película el difunto oso de la Fundación Cajamadrid. Los arsuagas dieron con lo carolingio, y a más a más, con lo “morovingio”, pero entonces, dice la leyenda, llegó el comandante y mandó a parar.
–Aquí pensaban seguir / tragando y tragando tierra…