Lo que falta Syriza se lo llevó
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Lo suelta, de repente, mi carnicero, que es el vivo retrato de Clapet, el de “Delicatessen”, mientras acomete a un pernil de cerdo con una hachuela de cocina:
–España se nos va de las manos.
Y me veo tranquilizando a la cola: a España no la van a romper cuatro horteras, si no han podido con ella monarquías y repúblicas, Napoleón y cuatro guerras civiles, los curas zotes y todos los covachuelistas de universidad.
Otra cosa es la mala vida que nos vayan a dar esos horteras que hacen de la política española lo que los antiguos cronistas llamaban un gabinete de prestidigitador, único sitio donde a nadie admira que de un huevo cocido salgan tres pañuelos de seda, o de la nación más vieja, diecisiete Estados de pega, con su banderín en el coche oficial.
¿Que cómo se hace uno patriota de Murcia, La Rioja o “La Parte León”, como dicen los de la parte de León?
La solución de Pedro Sánchez, el socialista, es el “patriotismo constitucional” de Habermas (ya sé que no es de Habermas, pero tampoco la circunstancia orteguiana es de Ortega, y lo decimos para entendernos), que sólo es el patriotismo de los que sienten vergüenza de su nación. Hasta tal punto no sabe el tal Sánchez lo que dice, que llama al patriotismo constitucional para proponer… el cambio de Constitución.
¿Y por qué se avergüenzan de España? Yo no conozco a nadie que diga: “Si me toca la lotería, marcho a vivir a Alemania”.
A los de Libres e Iguales se les oye decir que la patria de un ciudadano es la Constitución, y habría que ver las caras de los ingleses, que no tienen Constitución, si consiguieran entender la frase.
En la cola de la carnicería no se alza ni una voz por la movida constitucional: aquí sólo están pendientes de que sus pechuguitas de pollo sean las más finas, y Clapet se las pasa con mimo por la piedra.
En cuanto a Syriza, si nunca nos preocupó el brusco ascenso de la civilización en Grecia, ¿por qué iba a preocuparnos su brusca caída?