Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Como todo medio cultural agotado, el cine es el ramo más reaccionario de la industria del entretenimiento: “12 años de esclavitud”, Oscar a la mejor película para lo que queda de Hollywood, cuyos académicos, ya que no pueden huir (como ha hecho el talento) a las series de TV, que es donde está el cobre, se dedican a ningunear con sus muñecos a Scorsese, el último testigo vivo del arte cinematográfico.
Dicho goyescamente: “12 años de esclavitud” está al alcance de un Trueba; “El lobo de Wall Street”, no.
Los Oscar del 14, pues, están en la línea del senador Anasagasti, que despachó la película de Scorsese con una media verónica (yo le vi aplaudir en Bilbao, desde el callejón –“of course!”–, una media… ¡de Luque!) que hubiera hecho babear de gula al cardenal Segura:
–¡Una película asquerosa!
Eran motivo de escándalo para nuestro moralista el sexo, el timo, la droga… “En definitiva, una película realmente asquerosa, sin valor alguno.”
–¿Sin valor (de los de Anasagasti) alguno? –se me queja un amigo funcionario–. ¿Y el funcionario?
Sí, porque en medio de tanto sexo, tanto timo y tanta droga, que es en lo que se fija el anasagastismo andante, hay un funcionario de policía (interpretado por Kyle Chandler), refractario al soborno (incluida una collera de langostas como la que por París, tirando de una cuerda, paseaba Nerval), resignado a moverse por la ciudad en Metro y ajustado como un guante al servicio del Estado para dar caza a Jordan Belfort, esa piola de los vicios que tanto sofocó a Anasagasti en su noche de Walpurgis de la indignación.
Vale que el personaje del madero (real, por cierto) sea de estilo gris y plúmbeo (¡funcionarial!), como es, después de todo, el estilo (no menos funcionarial) de Kant al decir de Heine, quien ladinamente sospecha que pudo tratarse de un truco kantiano para disuadir a los censores.
Pero ¿qué prejuicio anasagastino es ése de que un madero aburrido no representa valores buenos?