SAN SILVESTRE
Trajeron, en efecto, un toro bravísimo y tan robusto que fue menester que cien hombres fortísimos tirasen de él para conseguir con enormes dificultades arrastrarlo hasta el lugar donde se celebraba la polémica. Zambri se acercó a la bestia, susurró junto a una de sus orejas una sola palabra, y acto seguido el imponente animal dio un mugido, revolvió los ojos y cayó muerto. El éxito de Zambri fue acogido por los judíos con grandes manifestaciones de triunfo y entusiasmo y con insultos y abucheos dirigidos a Silvestre, el cual, cuando logró hacerse oír de la multitud, dijo:
-Zambri no ha pronunciado junto a la oreja del toro el nombre de Dios, sino el de algún demonio pésimo. Jesucristo mi Señor no mata a los vivientes; al contrario, vivifica a los muertos. Matar, lo hacen facilísimamente los leones, las serpientes y las fieras; es lo suyo; pero ¿han conseguido acaso alguna vez estos terribles animales devolver la vida a un muerto?
LA LEYENDA DORADA / SANTIAGO DE LA VORÁGINE
Ignacio Ruiz Quintano
Trajeron, en efecto, un toro bravísimo y tan robusto que fue menester que cien hombres fortísimos tirasen de él para conseguir con enormes dificultades arrastrarlo hasta el lugar donde se celebraba la polémica. Zambri se acercó a la bestia, susurró junto a una de sus orejas una sola palabra, y acto seguido el imponente animal dio un mugido, revolvió los ojos y cayó muerto. El éxito de Zambri fue acogido por los judíos con grandes manifestaciones de triunfo y entusiasmo y con insultos y abucheos dirigidos a Silvestre, el cual, cuando logró hacerse oír de la multitud, dijo:
-Zambri no ha pronunciado junto a la oreja del toro el nombre de Dios, sino el de algún demonio pésimo. Jesucristo mi Señor no mata a los vivientes; al contrario, vivifica a los muertos. Matar, lo hacen facilísimamente los leones, las serpientes y las fieras; es lo suyo; pero ¿han conseguido acaso alguna vez estos terribles animales devolver la vida a un muerto?
LA LEYENDA DORADA / SANTIAGO DE LA VORÁGINE
Ignacio Ruiz Quintano