Ricardo Bada
elespectador.com
Humphrey Bogart (Bogey) jamás dijo en Casablanca aquello de “Play it again, Sam!” que se le suele atribuir. Y que es tan inventado como la ambigua seudocita de Don Quijote, “Con la iglesia hemos topado, amigo Sancho”, una frase que Cervantes no escribió jamás.
En Casablanca, si prestan atención a la escena en que Bogey se dirige a Dooley Wilson, el pianista, para pedirle que toque de nuevo As time goes by, sus palabras textuales son las siguientes: “Play it!”, a las cuales agrega: “La tocaste para ella, puedes tocarla para mí”.
Y ya que hablamos de frases de cine, recordemos Forrest Gump, donde Tom Hanks epitomiza su filosofía de la vida diciendo: “La vida es como una caja de bombones. Al escoger uno no sabes de qué estará relleno”, frase una palabra más larga —en el original y en la traducción— que la de Marlene Dietrich, “Necesité más de un hombre para cambiar mi nombre por el de La Lirio de Shanghai”, que a su vez es más larga que la de Clark Gable al despedirse de Vivian Leigh en Lo que el viento se llevó: “Francamente, querida, me importa un bledo”, y ésta a su vez más larga que la de Greta Garbo, su patético “Quiero estar sola”, en Gran Hotel.
Debo reconocer que en punto a frases cinematográficas recordables, este repertorio de clásicos siempre sirve para iniciar y/o animar alguna conversación. Pero si me preguntasen cuáles son las mías preferidas, tendría que responder que ninguna de ellas, con excepción de “¡Nadie es perfecto!”, la epifanía con que culmina Some Like it Hot, que en su género es perfecta.
No, yo prefiero generalmente otro tipo de frases, como por ejemplo la del amigo de Cary Grant en Houseboat cuando Grant observa cómo se queda mirando a Sophia Loren, y le advierte: “Es tan sólo la niñera de mis hijos”, y el amigo le implora: “¡Adóptame!”.
O en Ninotchka, cuando Greta Garbo le muestra a Melvyn Douglas la cicatriz en la nuca que le dejó una herida inferida cerca de Varsovia por un lancero polaco: “¡Pobre, pobre Ninotchka!” exclama el buen Douglas, pero Garbo le replica: “No me compadezca. Compadezca al lancero polaco. Lo maté después”. Y pues no hay dos sin tres, recordemos de Harry y Sally aquella escena célebre del orgasmo simulado por Meg Ryan en el restaurante judío Katz’s Deli de Manhattan, y cómo, cuando Meg “termina”, la cámara enfoca a una señora madura que le dice al camarero: “Quiero exactamente lo mismo que ella”.
Y siempre recuerdo también una frase de Cantinflas que acompaña uno de sus poquísimos chistes visuales, y es en su Gran Hotel (uno sin Greta Garbo), cuando llega como huésped y el botones lo conduce hasta su habitación, le abre la puerta y se queda esperando la propina. Cantinflas se echa mano al bolsillo y le dice: “Tenga, para el café”. Y le entrega una taza.
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Humphrey Bogart (Bogey) jamás dijo en Casablanca aquello de “Play it again, Sam!” que se le suele atribuir. Y que es tan inventado como la ambigua seudocita de Don Quijote, “Con la iglesia hemos topado, amigo Sancho”, una frase que Cervantes no escribió jamás.
En Casablanca, si prestan atención a la escena en que Bogey se dirige a Dooley Wilson, el pianista, para pedirle que toque de nuevo As time goes by, sus palabras textuales son las siguientes: “Play it!”, a las cuales agrega: “La tocaste para ella, puedes tocarla para mí”.
Y ya que hablamos de frases de cine, recordemos Forrest Gump, donde Tom Hanks epitomiza su filosofía de la vida diciendo: “La vida es como una caja de bombones. Al escoger uno no sabes de qué estará relleno”, frase una palabra más larga —en el original y en la traducción— que la de Marlene Dietrich, “Necesité más de un hombre para cambiar mi nombre por el de La Lirio de Shanghai”, que a su vez es más larga que la de Clark Gable al despedirse de Vivian Leigh en Lo que el viento se llevó: “Francamente, querida, me importa un bledo”, y ésta a su vez más larga que la de Greta Garbo, su patético “Quiero estar sola”, en Gran Hotel.
Debo reconocer que en punto a frases cinematográficas recordables, este repertorio de clásicos siempre sirve para iniciar y/o animar alguna conversación. Pero si me preguntasen cuáles son las mías preferidas, tendría que responder que ninguna de ellas, con excepción de “¡Nadie es perfecto!”, la epifanía con que culmina Some Like it Hot, que en su género es perfecta.
No, yo prefiero generalmente otro tipo de frases, como por ejemplo la del amigo de Cary Grant en Houseboat cuando Grant observa cómo se queda mirando a Sophia Loren, y le advierte: “Es tan sólo la niñera de mis hijos”, y el amigo le implora: “¡Adóptame!”.
O en Ninotchka, cuando Greta Garbo le muestra a Melvyn Douglas la cicatriz en la nuca que le dejó una herida inferida cerca de Varsovia por un lancero polaco: “¡Pobre, pobre Ninotchka!” exclama el buen Douglas, pero Garbo le replica: “No me compadezca. Compadezca al lancero polaco. Lo maté después”. Y pues no hay dos sin tres, recordemos de Harry y Sally aquella escena célebre del orgasmo simulado por Meg Ryan en el restaurante judío Katz’s Deli de Manhattan, y cómo, cuando Meg “termina”, la cámara enfoca a una señora madura que le dice al camarero: “Quiero exactamente lo mismo que ella”.
Y siempre recuerdo también una frase de Cantinflas que acompaña uno de sus poquísimos chistes visuales, y es en su Gran Hotel (uno sin Greta Garbo), cuando llega como huésped y el botones lo conduce hasta su habitación, le abre la puerta y se queda esperando la propina. Cantinflas se echa mano al bolsillo y le dice: “Tenga, para el café”. Y le entrega una taza.