lunes, 3 de febrero de 2020

Groundhog Derbi Day

Phil, ayer, en Punxsutawney
Groundhog Day 2020


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El derbi del sábado fue el anticipo del espectáculo que ayer, domingo, se ofreció al mundo desde Punxsutawney, Pensilvania, con el número de Phil, la marmota inmortalizada por Bill Murray en “Groundhog Day” (“Atrapado en el tiempo”), la película de Harold Ramis que ahora cumple 27 años, la edad de Isco, el Messi de Arroyo de la Miel, al decir de los cronistas deportivos, que viene a ser el “Phil” favorito de Zidane.
   
 Phil permanece tan ricamente en hibernación hasta que el Día de la Candelaria unos señores con chistera, a quienes es posible identificar perfectamente con Butragueño y Zidane, le abren la puerta de la madriguera: Phil sale y puede hacer dos cosas: quedarse fuera o volver a la piltra. Si Phil se queda fuera y no ve su sombra porque el día está nublado, nos está indicando que el invierno termina pronto y que se nos echa encima la primavera, que es cuando gana el Madrid, pues el Madrid, en escolio de don Santiago Bernabéu que ahora se apropian todos los rapsodas salidos de los chinos, es ganar en primavera. Mas si hay sol y Phil ve su sombra por el rabillo del ojo a lo Andújar Oliver, el invierno se alargará lo menos seis semanas, como el piperío comprobó la temporada pasada. De ahí la importancia de un Phil en el Madrid, sobre todo en este Madrid paranormal de Zidane, el hombre del Visitante Nocturno con la comanda de deseos para el genio de la lámpara de Aladino. Y ese Phil tiene que ser Isco, reverenciado por los piperos como la marmota de Punxsutawney, que se emocionan porque Phil tuerce el morro o dispersa la mirada. El sábado Isco bajo un balón en la banda de nadie, hizo un amago con su derecha que engañó a su izquierda y, aunque el resultado fue la pérdida del balón, las estanterías de cabezas del Bernabéu se vinieron abajo aplaudiendo, porque el pipero sabe que detrás de un “iscoalarde” se esconde la varita mágica de Zidane, cuyas célebres ruletas sobre el césped las hacía Romario en el área chica, y no se le cantaban tanto.
    
Zidane alineó a Isco contra el Atlético para saber, atento a sus movimientos a lo Phil, si el invierno del derbi se alargaba (¡seis años sin ganar!) o si, por el contrario, la primavera de las copas estaba aquí ya. En el primer tiempo, el Madrid hizo de Atlético (faltas –9 por 2–), y el Atlético, de Madrid (rondar el gol como Dante a Beatriz, o sea, mucho terceto y pocas nueces). ¡Marmotismo identitario! Y con eso las mocitas madrileñas van alegres y risueñas al Bernabéu como aquellas novias que Bill Murray se echaba cada mañana de la misma mañana en Punxsutawney. Suben la Castellana de las tres de la tarde tarareando “I Got You Babe” (“Bebé, te tengo bebé, te tengo, bebé”), que, desde luego, es un himno más adecuado a los valores de este equipo que ese motete de la Décima (“Y nada más, y nada más, ¡Hala Madrid!”) pensado para el flaneo del ego de Ferreras en la ducha.
    
El periodismo habla de la genialidad como estratega de Zidane en el descanso, cambiando a Isco y Kroos por Vinicius y el gran Lucas Vázquez, que, al parecer, hizo polvo el plan de Simeone. En realidad el plan de Simeone se había reducido a Morata, de lo cual se dieron cuenta en seguida los kikos blancos, con sus gregorianos “Morata, qué malo eres” y “Morata es una rata”, cuando el ex delantero de la Casa les metía el miedo en el cuerpo con sus achuchones de emprendedor abriéndose paso en el Metro en hora punta. Casemiro le hizo un penalti de medio centro, que en el fútbol contemporáneo es el puesto más consentido por los árbitros. Casemiro hace tantas faltas como Busquets, es decir, muchas, pero le pitan tantas faltas como a Messi, es decir, ninguna. El medio centro es el novio de la compasión, lo sabe, y los casos de mayor apuro los resuelve echándose al suelo como una mula vieja, cuya prueba más cómica es aquella foto de Busquets muerto en el suelo mirando con ojo de vivo la reacción del árbitro. Definitivamente, y a sabiendas de que nunca más veremos un Redondo, no me gusta (¡me hartan!) el medio centro, un futbolista “jartible”.

    Visto desde afuera, asustar al Madrid con Morata (“orgulloso de ser indio”) es como asustar a un notario con un lirio cortado. Y además, ¿puede sucumbir el Atlético más caro de la historia porque le cambien a Isco y Kroos por Vinicius y Lucas Vázquez? “Quousque tandem abutere, Simeone, patientia pipera?”

    El sábado, Isco no dijo nada en el Bernabéu, pero ayer Phil, un ser de luz frente a las tinieblas de Greta Tintin Eleonora Ernman Thunberg, no vio su sombra en Punxsutawney, y con eso quiso decir que arranca, adelantada, la primavera en Majaelrayo, y que el Madrid…otra vez campeón de Europa, ¿no?



LA LÁPIDA DE SETIÉN

    La prueba de que Setién, el señor de los sobaos pasiegos, ha tocado el cielo en Barcelona es que sólo piensa en la inmortalidad, que en España sólo tiene dos caminos: hacerse con un sillón en la Academia de la Lengua, desde hace cuatro décadas en manos del diario gubernamental (razón por la cual se habla como se escribe, peor que nunca), o ganar una Champions. “Que en mi lápida diga que gané una Champions con el Barça”, ha declarado el entrenador santanderino. Como epitafio, sería la versión futbolera del castizo “Al fin, polvo” atribuida a una solterona en el cementerio de Madrid.