miércoles, 17 de enero de 2018

Géneros



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Todo son risas con la partisana Rita Maestre cuando mide el impacto de género en la cárcava de la M30… hasta que das con el edicto de la artillera Cifuentes, Cecé: “Las normas y resoluciones de la Comunidad de Madrid incorporarán la evaluación del impacto sobre identidad de género en el desarrollo de sus competencias, para garantizar la integración del principio de igualdad y no discriminación por razón de identidad de género o expresión de género”.

Con este matasuegras jurídico, Cecé, a quien Hayek se le hace antiguo, y su socio de gobierno, el jurista Aguado, que confunde a Hobbes con Rousseau, pretenden atraer a Madrid la City londinense, pues nada hay más de género que el dinero. Pero… ¡esa literatura!
Para decir lo mismo, pero con magnífico (¡cervantino!) lenguaje de género, tenían la declaración con que “La Gitanilla” comienza: “Parece que los gitanos y las gitanas solamente nacieron en el mundo para ser…” O el Ordenamiento de Alcalá, título XXIII, Ley 2: “Que ningunt Judio, nin Judia, nin Moro, nin Mora non den a logro, porque se falla que el logro è cosa es que pesa mucho à Dios”…

¡Ah, la conciencia de género!

“¿No tienes conciencia?”, preguntó la carpa al lucio. Y el lucio abrió sus fauces y se comió la carpa. Así lo explica “el viejo” de Dombrovsky en “La facultad de las cosas inútiles”.

El derecho es la facultad de las cosas inútiles.
Con el comunismo no habría machistas, pero el obstáculo son los enemigos del pueblo, así que hay que eliminarlos.

Rita y Cecé, Carlota Corday y Madame Roland: tanto Plutarco, y no saben que la distinción del género es exigencia de la domesticidad.

Los primeros poetas romanos dicen “columbus” para el palomo y la paloma, pero Virgilio dice “columbus, columba”, pues ya hay palomares e interesa el sexo, haciendo costosa la heteronimia.
Así contestaba un académico de los de antes a Julio Rey Pastor, matemático preocupado por el problema lexicográfico de los géneros otorgados a tantas cosas… sin sexo.