lunes, 23 de diciembre de 2013

Recuerdos del futuro


Primera luna de invierno



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

       Recuerdos del Futuro y Regreso a las Estrellas. Fue una película setentera sobre las cosas de Däniken, que explicaba el mundo así: el mundo es obra de los marcianos.
 
Luego salió Arsuaga y dijo que los marcianos venían de Atapuerca: Adán es de Burgos, se llama “Miguelón”, como Indurain, y sólo le falta una Eva, a imagen y semejanza, no de Dios, que ya no existe, sino de alguna becaria de la excavación.

    Y, si se aceptan las hipótesis de Däniken y de Arsuaga (o todos marcianos o todos de Burgos), adiós al nacionalismo vasco y catalán.

    Así es la vida.

    Vista por Shakespeare, la vida es una historia de ruido y furia contada por un idiota.
 
Para los Pujol (y su brazo desarmado de Cataluña, el Barça), el nacionalismo es la Historia contada por el intérprete del funeral de Mandela (que tanto mejoró el discurso de Obama), y si yo fuera Alexandre Rosell i Feliu contrataría a Thamsanqa Jantjie, que así se llama el fenómeno surafricano, para intérprete de Messi en la negociación del nuevo aumento en el contrato.

    –Faus no sabe de fútbol –diría Messi.
 
Y Jantjie se pondría a aparcar por señas un avión.
 
Faus, para los legos, es un directivo del Barça reacio a subir el contrato al papá del catalán 1714. Demasiados impuestos paga ya al “Estado español”, explica otro directivo, Masfurroll; más que Cristiano, igualmente candidato al Balón de Oro.

    –Intolerabla!
 
El Balón de Oro es a Messi lo que el Paquiro a José Tomás. Más, más, siempre más posesión. Más euros, más goles, más títulos, más impuestos, Masfurroll y Artur Mas. Es el síndrome de lo que los psicoanalistas argentinos del teatrillo culé llaman “la crisis de la posesión”: tuya, mía, mía, tuya… El ciego, el lazarillo y las uvas.

    –Hay una maquinaria contra el Barcelona –se queja Víctor Valdés, epígono cultural de Manolo Vázquez Montalbán.
 
Recuerdos, en fin, del futuro y regreso a las estrellas. O a la luna, como el Real, que anoche volvió a Valencia, un Vietnam para el madridismo desde los días de Mijatovic, el hombre de la Séptima.
 
Durante lustros sus directivos jugaron al pancatalanismo vendiéndole al Barcelona aquellos futbolistas que pretendiera el Madrid, que siempre ha tenido la superstición de los rubios vascongados (los blancos los prefieren rubios) y un día se encaprichó de Mendieta porque se llamaba Gaizka y era rubio de Lequeitio, como luego de Xabi de Tolosa o de Asier de Motrico.
 
Hubo un tiempo que del Valencia al Madrid ya le gustaban todos, incluido Albelda, un mediocentro chispero que, como los chulos de las zarzuelas, podía presumir de haberle hecho pasar muy malos ratos a Napoleón, que era el Madrid.
 
A uno le queda el consuelo de lo de Villa, vendido al Barcelona sólo para no venderlo al Madrid, obligado entonces a tapar el hueco con Benzemá, jugador, por cierto, nacido para el sistema culé, el falso 9 perfecto, la verdad del tiquitaca en números redondos. Eso que le debemos al mismo Florentino Pérez que ahora va a cambiar a los ultrasur más groseros por niños de San Ildefonso que canten los goles como Raphael la lotería.


   


MIJATOVIC, EL JAMÓN Y EL CORDOBÉS
    En Valencia decidieron fundar su antimadridismo sobre la “traición” de Mijatovic (aquí, sonrisa sardónica de Képler Laverán Lima Ferreira). “Sólo los traidores me hicieron saber la verdad”, confesó Napoleón en Santa Elena, señalando a Fouché. ¡Ay, si Napoleón hubiera conocido al Cordobés! “A mí –dice Benítez– me gusta viajar con el jamón. El jamón es más que una amiga o un amigo. Nunca te traiciona. Se deja comer sin rechistar y te quita el hambre, y cuando se ha acabado y no queda más que el hueso, te puedes comprar otro y es siempre como si fuese el mismo jamón.” En Valencia creían haberse comprado, con Mijatovic, un jamón..