OREJÓFILOS
Hagamos punto y aparte. El Viti había llegado al final de su faena. No lo marcó él, lo indicó el toro. Mátame, dijo bien claramente con su actitud sumisa, entregada. Fijaos en esos toros a los que se les da infinitos pases y ningún toreo. Jamás se igualan. Están frescos como una rosa mañanera. No se han empleado. Han pasado simplemente. Este no. Este estaba toreado y se cuadró voluntariamente.
El Viti se perfila. En la Maestranza se hace ese silencio también desacostumbrado en estos tiempos, en los que no se concede importancia a la suerte de matar. La gente anhelaba la estocada, remate condigno a tan magistral faena. El Viti demora arrancarse. Parece que se decide. No. Adelante la pierna, cita a recibir. El toro acude. Un pinchazo. Y se oyen a cientos, a miles, parecidas exclamaciones: “¡Qué pena, va a perder las orejas!” ¡Malditas orejas, preocupación engendrada por la propaganda! El Viti no la escuchó. Vuelve a citar, a recibir. Vuelve a pinchar. La desesperación se apodera de los infinitos orejófilos que le incitan a que entre a volapié. El Viti los desdeña. Dos pinchazos más recibiendo, y de la misma manera media estocada. Ha perdido las orejas. ¡Vayan malditas de Dios! El Viti ha hecho bien, muy bien: la suerte de recibir es ardua, pero perdiendo se aprende. Descabella al segundo intento y da la vuelta al ruedo.
El Viti se perfila. En la Maestranza se hace ese silencio también desacostumbrado en estos tiempos, en los que no se concede importancia a la suerte de matar. La gente anhelaba la estocada, remate condigno a tan magistral faena. El Viti demora arrancarse. Parece que se decide. No. Adelante la pierna, cita a recibir. El toro acude. Un pinchazo. Y se oyen a cientos, a miles, parecidas exclamaciones: “¡Qué pena, va a perder las orejas!” ¡Malditas orejas, preocupación engendrada por la propaganda! El Viti no la escuchó. Vuelve a citar, a recibir. Vuelve a pinchar. La desesperación se apodera de los infinitos orejófilos que le incitan a que entre a volapié. El Viti los desdeña. Dos pinchazos más recibiendo, y de la misma manera media estocada. Ha perdido las orejas. ¡Vayan malditas de Dios! El Viti ha hecho bien, muy bien: la suerte de recibir es ardua, pero perdiendo se aprende. Descabella al segundo intento y da la vuelta al ruedo.
PARÉNTESIS DE TOROS CASTELLANOS, 1966 / ANTONIO DÍAZ-CAÑABATE
LAS TAURINAS DE ABC
EDICIONES LUCA DE TENA, 2006
Ignacio Ruiz Quintano