Eduardo Marquina
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La Patria es la Historia.
Mi historia es que, en la hégira de Gonzalón (mi comandante en jefe) y su furriel, Narciso Serra, hice media mili en San Marcial y la otra media en la Brunete, de donde salí dando las mismas voces que el capitán Diego de Acuña en el remate del segundo acto de “En Flandes se ha puesto el sol”:
–¡Quien al oír un viva España con un viva no responde, si es hombre no es español, y si es español, no es hombre!
No hay, pues, patriotismo que me obligue a sentarme a ver a “la Roja”, club como de caciques y chuletines, que diría Silverio Lanza.
–Y en tanto existan caciques y chuletines no habrá esplendor literario en España, es decir, no se podrá escribir bien.
Escribir como el autor de “En Flandes se ha puesto el sol” (decir Flandes es decir Brasil), Marquina, un tío que llamaba tonto a Valle-Inclán, y a Ortega, borriquillo de la fábula.
Al indio Alberto Guillén, que lo entrevistaba en casa, le dijo:
–Yo soy periodista. No hay nada más dulce que manejarse un pueblo, que crear una opinión, que hacer corriente, que guiar a una muchedumbre. ¿Usted no es periodista?
No vi a “la Roja”, pero por lo que dicen los periodistas en Brasil se hizo el ridículo por culpa de Arbeloa, que no sé si tendrá estudios, aunque es el único con pinta de tenerlos, y que se comió tres goles, marró (verbo de cronista antiguo) un penalti, puso nervioso a Xavi (cráneo del Combinado Autonómico), hizo figura a Neymar y fue expulsado.
–Culpa fue de los tiempos, no de España –dijo en endecasílabo exculpatorio un poeta de la Ilustración progresista hablando del Santo Tribunal de la Inquisición.
“Culpa fue de Arbeloa, no de España”, repiten los Manolos Quintana del periodismo, así que no me queda otro remedio que hacerme un loco de Arbeloa, español que hace algo cada vez más insólito en España: correr para quien le paga.
Hasta tiene el honor el tal Arbeloa de estar listado (por facha, claro) en la checa de El Tuerto.