lunes, 15 de abril de 2013

Camino Wembley



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Camino de Wembley, a la consagración de la primavera blanca, en el mes más pichi (mayo es San Isidro arando con el puro de Santiago Bernabéu) va el Madrid.
    
Hemos pasado del schusterismo luterano de “este Madrid no puede ganar al Barcelona” al mourinhismo barroco de caer en la decepción por no jugarnos el pase a la final con el Barcelona, suerte (la suerte de los campeones) que ha ido a parar a Munich.

    Es igual: cuando Mourinho juega contra un equipo de Drogba, Mourinho se lleva el copón.

    Es el factor Drogba.

    Va a ser peor para el periodismo deportivo, con sus reverendos Jim Jones preparando el suicidio final en la Guyana madrileña, si el Real entre en la Cibeles con la Décima.
    
La semifinal con el Dortmund será pestosa como el video de un regateo de Merkel y Rajoy por la prima de riesgo comentado por Sanchís y Martín Vázquez, más Míchel, Butragueño y Pardeza, que en eso quedó la Quinta del Buitre, comenzando por quien la inventó: una pandilla de sacamuelas.
    
Parece que habláramos de la época de Juanito Alonso, pero Dortmund fue donde el capitán del Madrid, Casillas, en la liguilla, señaló públicamente a Essien, en la banda izquierda, como culpable de la derrota, cuando los goles vinieron por él.

Es el factor Casillas.

    ¿Y Sahin?

    Estaría bueno que ahora nos la jugara Sahin.

    Lo de Dortmund, pues, sólo se puede aguantar pensando en Wembley, nombre que los culés hacen suyo porque allí se bañó una vez Gaspart con una braga náutica color mandarina, como la que usaba Ussía para hacerse unos largos en la playa de Comillas ante la admiración contenida del padre Regatillo.
    
El patadón de Koeman en Wembley inauguró el rastacuerismo culé (de “rastaquouere”, como los franceses llamaban a los nuevos ricos argentinos que vendían cuero en la primera guerra mundial), del cual aún no nos hemos repuesto.

    El Real ha de presentarse en Wembley como un San Jorge dispuesto a terminar con el dragón rastacuerista del tiquitaca, que es, en palabras de Romero Peche, teoría chiripitifláutica y praxis supercalifragilísticoespialidosa.

    –Rizo rizado, hinchazón del gusto, tontuna sin más, fogatilla, abrevadero y pesebre.
    
Los bávaros, que iban de feroces, han contratado a Pep, que es el Juanpedro del fútbol, y con Pep, a sus viudas mediáticas, que en España son legión, más el apoyo exterior de la lírica peronista de Valdano y el tragaldabismo de un par de hispanistas británicos.
    
Con el Barcelona (tiquitaca terminal) o con el Bayern (tiquitaca de expectativa) en la final de Londres, medio Wembley lucirá el riguroso luto de la viudedad, con todas las viudas de España unidas, las viudas de Pep con las viudas de Íker, intentando hacer del viudismo un escrache soberano contra Mou, un escrache de tuna, que es lo que vienen haciendo los tunos mediáticos contra el Madrid desde que el Madrid no deja que los tunos vivaqueen por su vestuario.

    –¿Hueles eso? ¿Lo hueles, muchacho? Es napalm, hijo. Nada en el mundo huele así. ¡Me encanta el olor a napalm por la mañana!



QUISICOSAS DE LA DÉCIMA
    “Son cuatro equipos que tienen muy buenos equipos”, resumió Martín Vázquez las semifinales en la TV pública, antes de que la mano de Van Nistelrooy bendijera al Bayern con la bola del Barcelona que tanta ilusión le hacía al Real. Pero, gracias a eso, el Madrid habrá jugado una Copa de Europa a la antigua: todos sus rivales eran los campeones de Liga. Luego, como quisicosa de la Décima (si fuera este año) habrá que tener en cuenta la leyenda de los tacones en Old Trafford: el tacón de Redondo para el gol de Raúl y el tacón de Özil para el gol de Cristiano, autor, por cierto, del gol apocalíptico al City.
 Londres