J. B. contra el doctor Bond
(Colección Look de Té)
Jorge Bustos
Había que ver la última de James Bond y eso que ir al cine nos cuesta ya prácticamente lo mismo que al propio Bond salir de según qué situaciones, con la diferencia de que a él le pagan los viajes. Nueve pavos la entrada. Lo bueno de estos precios hemorrágicos es que te duele menos el sadismo del taquillero cerciorándose de que ese día no has encontrado a ninguna tía a la que invitar a ver contigo la condenada película:
-¿Sólo una entrada? ¿Vas solo?
Sí, muchacho, completamente solo; es que hoy a tu madre le tocaba acompañar a otro. He notado también que las distribuidoras tratan de compensar el sablazo multiplicando hasta el aturdimiento los tráilers de otras películas antes de la emisión propiamente dicha; a los 20 minutos de avances de temporada en tu cabeza se forma una empanada considerable de géneros y tramas y hasta de estrenos inminentes de cine español que dejan tu apetito de ficción al borde de la saciedad. Se han dado casos de ancianos desavisados que se han salido del cine tras la batería de vídeos promocionales satisfechos por la variedad y el colorido de la historia, algo inconexa por lo demás. Como no había cenado, pedí uno de esos menús infectos compuestos de nachos, perrito y cubo mutante de Coca-Cola que en un momento determinado puede servir de amplio orinal para aliviarse sin tener que salir de la sala.
-¿Sólo una entrada? ¿Vas solo?
Sí, muchacho, completamente solo; es que hoy a tu madre le tocaba acompañar a otro. He notado también que las distribuidoras tratan de compensar el sablazo multiplicando hasta el aturdimiento los tráilers de otras películas antes de la emisión propiamente dicha; a los 20 minutos de avances de temporada en tu cabeza se forma una empanada considerable de géneros y tramas y hasta de estrenos inminentes de cine español que dejan tu apetito de ficción al borde de la saciedad. Se han dado casos de ancianos desavisados que se han salido del cine tras la batería de vídeos promocionales satisfechos por la variedad y el colorido de la historia, algo inconexa por lo demás. Como no había cenado, pedí uno de esos menús infectos compuestos de nachos, perrito y cubo mutante de Coca-Cola que en un momento determinado puede servir de amplio orinal para aliviarse sin tener que salir de la sala.
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