viernes, 9 de noviembre de 2012

"¡A los níscalos!"

 Abandono de impedimenta

Francisco Javier Gómez Izquierdo

Con las primeras lluvias de otoño, los vecinos de la Sierra de la Demanda siempre han juntado unas “perrillas para gastillos” recogiendo níscalos entre los pinos. Esta especie de seta es muy apreciada en la parte de Valencia y Cataluña y desde sus provincias venían cada día furgonetas a comprar a los serranos su cosecha diaria. El níscalo no se pagaba mucho, pero como es abundante en los pinares y en dos o tres horas se pueden juntar cuarenta o cincuenta kilos los pinariegos ganaban un jornalito en poco rato que se  gastaban en chuletas y porroncillos.

      Los seteros finos preferían vender a los vascos los hongos, mansarones y “perros chicos”, seta ésta que llegué a ver cómo se pagaba a 3.000 pesetas el kilo en 1982. Mi padre tenía su monte secreto para las del cardo, pero a mí me gustaban las “setas de carrerilla”, con ese aspecto de seta proletaria haciendo famélico sendero y tenía localizada la esquina de un prado que dejé enseñada a los aficionados de la familia cuando marché de la patria. Mi pueblo, robledal más que pinar, es hoy un puro vicio monotemático de bolletus y me dicen que nadie coge ya la seta de carrerilla, añorante un servidor de un revuelto como dios manda.

       Hace  mas de 20 años que he cambiado los Montes de mi infancia por los de Toledo y tengo visto en estos cómo los guardas de las fincas dejan pasar a los paisanos hasta los pinares de las mismas en busca del níscalo de la estación, y como antaño en la Demanda vuelvo a ver a los valencianos que vienen con sus furgonetas a la busca del, para mí, incomprensible manjar.
       
El caso es que llevamos tres años de penuria y lo que un día fue entretenimiento salvo para los más necesitados, hoy es jornal con que alimentar a la prole, por lo que los pueblos de Cabañeros, como veo que ha pasado en Salas de los Infantes, se han puesto en pie de guerra contra la invasión rumana.
       
Con mi amigo Paco -“la paz del campo”, conforme al tino de don Ignacio-, suelo recorrer vericuetos montunos mientras me explica la bellota alcornocal y la belleza del abedular al tiempo que me señala el destrozo que hacen al monte las caravanas de la Dacia.

     -El Ayuntamiento de La Puebla de Don Rodrigo va a obligar sacar una ficha personal y cobrará 50 euros diarios a los no vecinos  que quieran coger níscalos. A los vecinos, 10.
     
Le digo a Paco que con dos carnés entregarán 1.000 kilos en las básculas ante la evidencia de cómo van descargando  por la parte trasera de las furgonetas grupos de a cuatro cada tres kilómetros de la carretera del pinar de Riofrío.

       Desde Piedrabuena, y a las órdenes de tres dumitrus jaquetones, seis o siete furgonetas se aborratan de circunstanciales seteros que ocupan toda la comarca.  Los habitantes de los Montes de Toledo, las tiendas de sus pueblos y los animales en general, no abandonan la zozobra hasta que no se acaban los níscalos.

      -Con lo bien que nos vendrían unos leurillos y no nos atrevemos a meternos en el pinar. Al Chules le rompieron la luna del coche y se llevaron las tres cajas que había cogido. No les extrañe a ustedes si los níscalos de ésta temporada traen alguna trifulca. Lo malo es que lleguemos a lamentar desgracias, habiendo tanta necesidad como hay.

Níscalo perfecto y cuenta en la palma de la mano
 
El puerto del níscalo