domingo, 29 de julio de 2012

Victorinos en Santander. Para que nadie olvide que lo más importante de la Fiesta es el Toro

Toriles de Santander la tarde de los victorinos


 José Ramón Márquez

Por fin una corrida de toros en la Feria de Santiago de Santander. Después de los simulacros de los días precedentes tuvo que venir Victorino a Cuatro Caminos para volver a poner en claro la razón de ser de la Fiesta, para recordar que ésta es la Fiesta del toro, que no del torero, y así fue reivindicada una tarde más por los cárdenos de Albaserrada, esa capa cárdena que aquí, en la Montaña, trae el recuerdo de la capa de las Tudancas, el ganado más elegante que existe en el mundo después del de lidia.
 
Antes hay que decir, ahora que nos marean con la cubrición de Las Ventas que Dios confunda, que la Plaza de Cuatro Caminos y la Plaza de Toros de Sevilla (no se debe decir Maestranza, que eso es cosa de madrileños), son las dos Plazas mejor cuidadas del planeta de los toros. Produce envidia ver esta centenaria Plaza de Santander tan extremadamente pulcra, tan bonita y repintada, tan coqueta, al compararla con la inmundicia de Las Ventas, tan sucia y descuidada, aunque al parecer todo se solucionará con la cubierta, porque al no caer agua a la forja, ya no aparecerá nunca más el orín.
 
Victorino trajo a Santander una corrida seria y bien presentada. Cinco cárdenos y un negro entrepelado para Antonio Ferrera, Javier Castaño y Morenito de Aranda, toreros que no rehúyen anunciarse frente a los toros, a diferencia de los de días anteriores. Y remarquemos que los toros, sin demostrar la más mínima estupidez congénita, tampoco estaban pensando en meter el pitón a nadie. Demandaban simplemente respeto, que se les tratase con respeto, como cualquiera pediría. Que no se burlen de ellos, vamos. A Morenito le pasó, en una serie de naturales, que se olvidó del respeto y el toro se le echó encima lanzándole por los aires, sin herirle, por fortuna. A Ferrera con las banderillas, lo mismo, le trató sin respeto a su primero, Vencedor, número 124, y el toro le obligó a tomar el infamante olivo a toda mecha. Y a alguno de los peones, lo mismo.

Por contra los animales dieron sus embestidas, nunca tontas, a quien las quiso aprovechar. Por ejemplo a ese gran peón que es Luis Carlos Aranda, que se descaró con torería ante la franca embestida de Petrolero, número 112, dejando dos buenos pares de los que salió andando con majeza y chulería, o a David Adalid, que banderilleó con sobriedad a Pobrecillo, número 93, aunque luego en la brega del quinto no anduvo fino.

Y con los matadores, lo mismo.

Ferrera tuvo la ocasión de lucirse dejando dos grandes pares quebrando muy en corto por los terrenos de adentro, uno en cada toro, que hicieron olvidar sus olímpicos saltos al clavar en otros pares. Javier Castaño demostró, en su reaparición tras la cogida de Francia, que anda sobrado con los toros y que no hay ninguno que le venga grande. Para nuestra decepción le tocaron los dos toros menos fuertes del encierro, y bien que nos hubiese gustado más poder ver el mando de su muleta aplicado al tercero, el ya reseñado Petrolero, un toro precioso de tipo y hechuras que se arrancó al caballo de Tito Sandoval sin apenas dejarle tiempo más que para echar el palo y rectificar con rapidez un marronazo para sujetarle con decencia, sin ánimo de destruir al animal, con la vara puesta arriba. Pongámosle a Castaño, reiterando la sensación de suficiencia y poder que nace de su muleta, el sempiterno pero de los cites de perfil, de las lejanías y de lo que ayer le costó dejar, tímidamente, la pierna en su sitio.
 
Y también tuvo su momento Morenito, al final de la faena a su segundo, el del trompazo por naturales, Escriño, número 177, al que consiguió arrancarle algún muletazo con pureza, cuando se olvidó de codillear, dejó suelto el brazo y adoptó una postura menos envarada, más natural, menos cimbreante para entendernos, de la que usualmente adopta.

En resumen, una gran tarde de toros sólo oscurecida por el negligente uso de la espada de los tres coletas. No es que no se marcasen los tiempos, es que nada en la suerte suprema se hizo con arreglo a las normas del arte: la cosa de matar fue de suerte contraria o natural, ¡qué más da!, de brazo escayolado, de viaje de largo recorrido, de clavar donde se pueda y de soltar la muleta a la cara del toro para que se entretenga. Parece, sin embargo, que la única preocupación de muchos aficionados es que el hierro entre hasta dentro, de cualquier manera. Parece que se hubiese perdido el interés por la suerte fundamental.

***

Santander se consolida como gran feria del Norte y la Empresa debería sopesar con cuidado y con vistas al año próximo todo lo que ayer disfrutó la parroquia, cuando salieron toros a la arena, y todo lo que se aburrió el personal con el July y sus jatucos despitorrados. Ahora que Bilbao parece que toma un camino de retroceso respecto al toro, a lo mejor sería un buen momento para que Santander recogiese el cetro torista. Si ese modelo está funcionando en Francia ¿por qué no en la muy noble, siempre leal, decidida, siempre benéfica y excelentísima ciudad? Aunque a cambio haya que perderse a July.
 

Javier Castaño, el mejor torero

Petrolero, el mejor toro
(Como había vaticinado su amo)

Carteles de la Feria de Santiago

La gloria bendita de volver a los Cuatro Caminos

La entrada
(A ver cuántos de la Prensa pueden enseñar esto)

Abonados a verlas venir

Victorino Jr., Pepe Campos (¡llegado desde Taiwán!) y Márquez antes del festejo

Castaño entrando a la plaza

Hombres del Norte

Paseíllo
Javier Castaño, Morenito de Aranda, Antonio Ferrera

Primer victorino

La gaviota de Concha Espina

Vencedor en el caballo

Segundo victorino

Pobrecillo en el caballo

Magnífico David Adalid

La condición Albaserrada

Poderoso Castaño, que, aun con sus peros, aquí reseñados, barre con su escoba el escalafón
(¡Qué sabio es Juan Ruiz Palomares, El Patas!)

Victorino Sr. y Victorino Jr. bajo los hierros de Veragua y Miura

Tercer victorino

Morenito al tanteo

Petrolero en el caballo

Cuarto victorino

Jacarando caracoleado por Ferrera

Ferrera haciendo ferreradas antes de incorporarse para 
pegar un soberbio quiebro por los adentros

El carpintero de la Propiedad
(Los victorinos tienen la incómoda costumbre de rematar en tablas)

Quinto victorino

Las aguas

Caballo con Borceguí

Sexto victorino

La pluma que sentencia

Despedida de Javier Castaño

Cena (a escote) en Casa Calvo, de Puente San Miguel
Ensalada de bogavante, pargo a la plancha (probablemente el más fino del mundo) y lo que ustedes quieran