lunes, 9 de abril de 2012

¡Que vienen los suecos!

Pisadas de percherón en el patio de caballos de Las Ventas

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Los socialdemócratas madrileños no quieren la inmoralidad de Eurovegas en la capital (Tomás Gómez hace de predicador de Deadwood), y los tuiteros se lo han afeado comparándolos con aquellos curas de los 60 que se oponían a la llegada de las suecas en aquellos veranos de “¡Que vienen las suecas!”

    Cincuenta años más tarde, la socialdemocracia local produce sus propias suecas, y al moralismo hispano le preocupan otras cosas, como el juego… y los suecos.

    ¡Que vienen los suecos!

    Y los madridistas tiemblan.

    Porque los suecos (si entendemos por suecos a los nórdicos en general) vienen con su simpatía de pueblo simple a defender la causa socialdemócrata del tiqui-taca culé.

    De hecho, Pep, detrás de su mostrador de “botiger”, no es que se haga el sueco: es que habla en sueco, con esas sonoridades en “ing”, “eng” o “che”.

    –Se jerigonceaban en extranjero –escribe de los suecos Céline–. Un ruido que les viene de la glotis, como si hablaran, les sube igual que el hipo y luego canturrea y luego se les va a la nariz.

    ¿Es la dispepsia de Pep, que dice Hughes?

    Es sueco, insiste Céline, que dice que hablan por burbujas.

    –Es el aspecto pez del lenguaje. Se parece al inglés, pero menos vivaz, menos despierto, más ganso que canario.
    
Bastide, un francés de Biarritz, nos dejó dicho que un hombre nunca es tan sueco como cuando se encuentra ante un amigo al que murmura confidencias en los “ing”, los “eng” y los “che” de su corazón.
    
Los amigos de Pep son Bielsa y los periodistas, a quienes ha hecho la confidencia suprema: al Barcelona, en vez de cortarle la yerba bajo los pies, se la dejan crecer.

    Después del éxito con Martí i Pol, Pep intenta que sus periodistas lean las “Hojas de hierba” de Whitman.
    
Sólo el profesor Bielsa me deja la hierba cortita.
    
La hierba cortita… y los lugares y los horarios que a Pep le convienen para su fútbol de viejo chupando un garbanzo, o sea, el tiqui-taca en “ing”, en “eng” y en “che”.

    Me lo dijo un periodista que veía a Pep merodeando por los teatros y las librerías de Barcelona:

    –Pep es un intelectual que oye crecer la hierba.
    
Parece ser que, cuando los visita el Barcelona, los entrenadores dejan crecer la hierba hasta una altura que obligue a Messi a jugar en un maizal. Si sus compañeros no lo ven, él no mete goles. Y entonces los suecos (ya decimos que la socialdemocracia española produce sus propios suecos) han de pitar penaltis a voleo para que el Potele rosarino, al que los suecos, después de todo, ven como a un gnomo de su pueblo, no pierda el hilo del Pichichi con la Estrella de Hojalata madridista, como dicen los socialdemócratas madrileños, incapaces de ver en Cristiano ese “lujo ibérico” que cantó la Mala Rodríguez: hay que ser más buenos que los malos.

    Por cristianeras:

    –Estoy en la línea que da más miedo. / Aquí ‘pa’ tocar no hacen falta dedos / y si no mira mi tanteo. / ¡Bo!, niño, uh, qué mal te veo.

“HOLD FAST”
Los alemanes oyeron: “Los violines del otoño hieren mi corazón con monótona languidez”. Y con eso los aliados desembarcaron en Normandía. Pep dijo: “Esta Liga es ‘imposibla’. No la ganaremos”. Y ya ven. La nueva consigna pepesca: “Sólo hay que perseverar”. ¡Cielos! “Hold fast” era la divisa de los McLeod, la familia escocesa del capitán de Indias casado con Mata-Hari por un anuncio de periódico: “Capitán de Indias, pasando su permiso en Holanda, busca mujer de su conveniencia, preferiblemente con alguna fortuna. Cartas...” Para mí que están echadas.