domingo, 1 de abril de 2012

Artificieros

Kathryn Bigelow

Pedro Ampudia


Antes de viajar a Navarra salió Mourinho en rueda de prensa para tranquilizar a los que penábamos ya por una orfandad prematura e imaginábamos una vuelta a la oscuridad de aquel madridismo de catacumbas. Cuando don José llegó al Madrid lo que nos dijo con sus hechos fue lo mismo que Giménez-Caballero a los suyos en los convulsos años treinta, cambiando sólo un par de palabras y apuntando la literaridad de aquello y lo metafórico de esto. "Ya basta de llorar y suicidarse. Si hasta ahora ser del Madrid ha sido llorar, ahora debe ser otra cosa: apretar la mandibula. Resistir los golpes. Concentrar los músculos. Adensar la rabia. Solificar bien el puño. Defenderse. Y al menor descuido de la bestia inmunda, atacar". La bestia inmunda viene a ser la misma en ambos casos, con la diferencia de que la muerte que ahora se busca es la civil y la de entonces era la que te conduce al cementerio con más agujeros en el cuerpo de los que te otorgó la naturaleza. La continuidad de Mourinho en el club de Chamartín es una oportunidad única de instaurar una nueva dinastía futbolística que domine Europa también en el siglo XXI y de derrotar a los lobos disfrazados de corderos del pensamiento único y la corrección política. Su marcha, mejor no imaginar su marcha.

García-Serrano, uno de los camaradas de pluma y pistola de Giménez Caballero, dijo que Navarra era la Esparta de Cristo. Eran otros tiempos. Aquellos requetés euskaldunes que cantaban "Gora Jainko maite maitea zaguen denon jabe. Gora España ta Euskalerria ta bidezco erregue" (Viva Dios amado, Señor de todos. Viva España y la Euskalerria y el Rey de las dos) son los bisabuelos de los Indar Gorri que hoy llenan el estadio de Osasuna de banderas sabinianas y proclamas etarras. Algo pasó en el camino. Poco queda de aquella Pamplona idílica y provinciana que pintara, blanco sobre negro, el autor de La Fiel Infantería ."La ciudad todavía era pequeñita, como una casa con pasillos bajo el cielo y una sala de estar con el camino de Santiago por artesonado y otra sala de recibir con árboles y banda de música". En Navarra no hubo gudaris cobardes que se rindieran en Santoña, sino Brigadas que entraron en Madrid para ganar una guerra que acabaron perdiendo como tantos otros. Son las voces de aquellos muertos, las "ancestral voices" de las que hablaba Conor Cruise O'Brian, las que creen escuchar ahora estos nuevos pelayos de corte jarraitxu que odian al Madrid porque odian la España por la que murieron sus ancestros.

Juegan los jugadores del Madrid en el Reino de Navarra como si fueran los artificieros que retrata Kathryn Bigelow en En tierra hostil, temiendo más a los francotiradores de la grada que a las trampas que puedan encontrar sobre el césped. Corren los mozos de Osasuna como si estuvieran en la calle Estafeta donde no se sabe muy bien quién es el perseguidor y quién el perseguido. Esta noche el Madrid hay sido mucho toro como para torearlo con un periódico y los que se han estrellado en la curva de Mercaderes han sido los pamplonicas. Abrió la lata Benzema, emulando a Marco Van Basten, y después se repartieron los goles entre un Cristiano imperial y un Higuaín que, a pesar de seguir aquejado de cierta melancolía, suma goles como suma el periodismo deportivo ridículos. La inclusión de Granero en el once de salida les servirá mañana a los plumillas para cargar las tintas sobre Mourinho, al que ven muerto sin caer en la cuenta de que, como en Los Otros, los que están muertos son ellos.

En La Vida por Delante

En tierra hostil