Ahora el Madrid llega a mitad de temporada atravesando la niebla como un ballenero que hace sonar sus sirenas... El mourinhismo resiste porque es trágico y su final será apocado, de película antigua. Mourinho cerró el triplete de Milán llorando como Olivia de Havilland en el pecho de Materazzi, destino de todas las cabezas. Los mourinhistas intuimos la traición porque en la naturaleza de los mejores regímenes hay un Bruto esperando, incluso dentro de uno mismo, y que estos tiempos dorados -esta prodigiosa insumisión moral y rebelión civil al mandato establecido- tendrá un final de togas ensangrentadas cuando la muchedumbre tome Cibeles. Cuántos misterios encierras, José, como esos atenienses de Emily Dickinson. Y tanto nos haces querer al Madrid, amor, que esto a ratos, en vez de un club, ya se nos parece el Rick's Bar de la resistencia.
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